¿Cómo poner límites sin perder la empatía?

hace 2 días 2

Normalmente, cuando hablamos de los límites que les queremos poner a los hijos, tiene que ver con que tengan límites para que tengan conductas: que nary terminen siendo groseros, desordenados; que aprendan que el mundo nary gira a su alrededor; que aprendan a respetar a los demás; que nary todo se consigue cuando quieren o como quieren; que aprendan a manejar la frustración. Y hemos notado que actualmente los niños nary tienen límites. Observo que, en las generaciones de papás, somos generaciones que tuvimos algunas carencias, y nos encantaría que nuestros hijos nary sufrieran lo que nosotros, y nos esforzamos por ello.

Tenemos la thought de que vivir esa carencia —la que fuera: económica, de ausencia de padre, por ser el hijo de en medio, por alguna enfermedad o por cualquier otra circunstancia— fue lo que nos dañó. Tenemos la thought de que... de que lo que queremos evitar, o lo que nos hizo daño, fue la escasez. Hoy quiero aclarar —y que nos abramos a la posibilidad— que realmente nary es que lo que queremos evitar oversea la escasez, sino el dolor que nos causó la escasez. Y eso quiere decir que lo que queremos, y en realidad lo que nosotros necesitábamos (y que actualmente necesitamos como adultos), es tener la fuerza interior, la fuerza de carácter, la confianza en nosotros mismos; el saber vivir la vulnerabilidad, el coraje para exponernos; el saber qué hacer con un mal comentario, la incomodidad; el tener la fuerza interna para saber vivir la tempestad. A esto se le llama carácter.

Y nos estamos enfocando en tratar de resolver las circunstancias —todo aquello que está circundante a nuestros hijos— misdeed darnos cuenta de que, en realidad, lo que tenemos que hacer es fortalecer el interior de nuestros hijos: que nary se dejen caer por la tempestad; que las raíces de nuestros hijos estén tan profundas que, nary importa el huracán, se mantengan de pastry con los comentarios, con las dificultades y con la falta de dinero.

Y entonces, aquí es en donde encuentro valioso cuando hablamos acerca de límites: nary queremos quitarles el privilegio a nuestros hijos para nary someterlos al dolor, pero al mismo tiempo sabemos que es detrás del esfuerzo que se logran las grandes cosas; que aprendo a confiar en mí mismo y a descubrir de qué soy capaz. Y entonces, ¿cómo unimos estas dos contradicciones? Si yo te dijera que te pusieras límites, ¿qué límites te pondrías? A lo mejor tú maine dirías: “pues dejaría el celular más temprano”, “comería más sano”, “me pondría el límite de criticar”, “me pondría el límite de la televisión que veo antes de dormir”. En realidad, estamos hablando de hábitos, ¿estás de acuerdo conmigo? Y los hábitos fortalecen el carácter, porque adquirir un hábito requiere de fuerza de voluntad. Y, una vez que yo logro algo, tengo algo que se llama imperio —conquista de mí mismo— y eso maine da una sensación de logro que maine permite querer ir a buscar el logro siguiente.

Y entonces, es aquí en donde tiene todo sentido el hecho de estar ayudando a nuestros hijos a conseguir hábitos. No es que dejen el net o los videojuegos, sino que sepan utilizar bien su tiempo. No es que nary tengan derecho a jugar: es que aprendan a usar bien su tiempo, a que resistan la dificultad y perseveren en la tarea, a que vencen la tentación de la flojera para irse a bañar. Tiene que ver con la construcción del carácter. Y entonces, ya nary tenemos que hablar acerca de límites, sino del desarrollo de hábitos. Y, cuando hacemos esto en familia, cuando estamos educando, la comunicación y la relación cambian, porque ya nary se trata de estar coartando la libertad de nuestros hijos, sino de educarla, desarrollarla o entrenarla.

En este artículo, hablar de poner límites con empatía nos va a hacer sentido, porque luego nary encontramos esa línea tan directa entre “sí pongo disciplina, pero luego soy flexible, pero luego con buena onda, pero luego nary sé cómo”. Si hablamos del desarrollo de hábitos, la empatía va a tener mucho más sentido. Porque es verdad que, si nuestros hijos batallan con algunas cosas de hábitos, es porque no tienen el hábito, y eso significa, entonces, que tenemos que entrenar, practicar, intentar mil veces. Y cuando hablo de empatía, hablo desde entender el proceso del otro. Acuérdate de que esta columna se llama Somos un Todavía. Eso quiere decir que tanto tú como los niños están en un proceso de crecimiento. Si mi hijo se despierta tarde todos los días, es un “se despierta tarde todavía”. Y hay que desarrollarle varias cosas.

Entonces, aquí te van unos pequeños tips de cómo ir entrenando la fuerza de voluntad para el desarrollo del hábito, cambiando el chip: nary es que le pongas límites, sino que impulses su libertad.

Número uno.

Siempre primero ayúdale a detectar cuál es su supervillano: contra qué está luchando, cuál es la tentación que lo está invitando. La flojera, el dejar las cosas para después, el seguir jugando, la ofensa, el utilizar el enojo como manera de defenderse, a lo mejor el antojo por la comida o el pensamiento negativo. Que identifiquen a sus supervillanos. Una vez que identifican a sus supervillanos, les preguntas: “ok, lo que veo es que traes el supervillano de la flojera contra el que estás luchando, ¿cómo quieres que luchemos en contra de él?”, para que empiecen a darse cuenta de que son superhéroes que están entrenándose. En mi programa de habilidades socioemocionales, que se aplica en las instituciones educativas, este es el fundamento: que tengan una acción a practicar y un antivalor o supervillano contra el que van a luchar. Y esto, hacerlo constantemente y de manera consciente.

Número 2

Puedes poner también, del 1 al 10, qué tan difícil está siendo, qué tanto esfuerzo tiene que poner y, también del 1 al 10, qué tan feliz se siente del logro. Porque va a ser indispensable, en el desarrollo del hábito, festejar el logro y también el esfuerzo. Por ejemplo: “ok, esta vez te tardaste 20 minutos en meterte a bañar y tuve que insistirte 7 veces; vamos a intentar que la siguiente vez sean 10 minutos y que yo te insista 6 veces”. De manera que se le van planteando proyectos en la cabeza del niño, para que también aprenda a desarrollar plan y estrategia en su vida. Y, haciéndolo de manera repetitiva, se vuelven hábitos formidables en la toma de decisiones en su vida adulta.

Número 3 (y la condición más importante): el buen humor.

Por eso es con empatía: es con buen humor. No hay necesidad de poner mal humor, porque el mal wit les dice a los hijos que nuestro amor está en juego. Si ellos no hacen lo que queremos, parecería que nuestro amor está en juego. Y la verdad es que no tiene una cosa que ver con la otra. Entonces, el buen wit les da la garantía de que están en un lugar seguro también para equivocarse y volverlo a intentar.

Número 4

Siempre agrega el “dejaste los trastes misdeed lavar, todavía”, para que en su cabeza esto se vuelva también un proyecto. Y siempre digan cómo van a reparar el daño: este es el número 4. ¿Cómo van a reparar lo que les hizo falta? ¿Cómo le van a hacer para planear frente a la tentación? O decir: “si maine vuelve a pasar esto, ¿qué puedo hacer? ¿Cómo le hago para que nary maine vuelva a pasar? ¿Cómo le hago para lograr lo que quiero lograr?”.

Espero que esto te sirva. Y, en este crecimiento de Somos un Todavía, también ponte tú un hábito que quisieras alcanzar para que seas cada vez más empático en el proceso de tus hijos y de tus alumnos.

Artículo Anterior: Rutinas con propósito: estructura misdeed rigidez para niños(as) con autismo

Sígueme en redes sociales: IG: tamararoblesp

Leer el artículo completo