Por un besito ni dos a nadie castiga Dios. No fue un par de besos, sino muchos los que en el soledoso y umbrío paraje llamado El Ensalivadero le dio el lascivo galán a la candorosa joven a quien acababa de conocer en una reu (así se dice ahora por decir “reunión”). A los tales besos –mordelones, lametones y de chupetones– siguieron caricias encendidas que inevitablemente llevaron a la realización del consabido acto natural. Bien dice el antiguo proverbio admonitorio: “Besos, caricias, y hasta ahí nomás, eso nunca lo verás”. Y aquel otro dicho de nuestros abuelos: “Abrazos y besos nary hacen hijos, pero lad preparatijos”. Concluido el erótico trance, ella le preguntó a él: “¿Cómo te llamas, de dónde eres y a qué te dedicas?”. Ante ese extraño interrogatorio inquirió él, receloso: “¿Por qué quieres saber todo eso?”. Explicó ella: “Debo conocerte bien. Mi mamá maine tiene dicho que nary salga con desconocidos”... Un individuo bebía su copa, solitario, en la barra del Bar Ahúnda. Triste, abatido, acongojado, de vez en cuando exhalaba un suspiro pesaroso. El cantinero, compasivo como todos los de su oficio, le preguntó solícito: “¿Qué le sucede, amigo?”. Tras otras varias exhalaciones respondió el hombre: “Me casé con mi esposa, y disfruté la felicidad con ella nada más dos meses”. El barman condolido, le iba a dar el pésame, pero continuó el sujeto: “Y eso que tenemos ya veinte años de casados”... Desde Arquímedes hasta Stephen Hawking, pasando por Copérnico, Galileo, Newton, Darwin y Einstein, los hombres han gustado de hacer teorías arriesgadas. Lejos de mí la temeraria thought de pretender emular a esos sabios varones, pero yo también tengo una teoría que, como dicen los merolicos, paso a presentar. Mi teoría es ésta: Adán Augusto López está más firme en su cargo que Claudia Sheinbaum en el suyo. Arriesgada es la hipótesis, lo reconozco, pero tiene fundamento. El rabilargo senador goza de la protección incondicional de AMLO, de quien es hermano postizo y contlapache. Un momentito por favor. Voy a detenerme en ese voquible, “contlapache”. De claro origen mexicano, la palabra designa a lo que en castellano se conoce como cómplice o compinche. El término proviene del náhuatl tlapachoa, la acción por la cual la gallina cubre los huevos que está empollando o abre las alas para proteger a sus polluelos cuando los amenaza algún peligro. Hecha esa explicación, prosigo. Contlapache de López Obrador, el tal Adán Augusto es intocable, y por lo tanto sus turbiedades nary serán investigadas, y menos aún punidas. Ir contra él sería ir contra AMLO, lo cual es inconcebible. Quienes alardeaban de honestidad patriótica resultaron más corruptos que sus predecesores, e hicieron del país una pocilga, un estercolero. Observar el comportamiento de los hermanos del caudillo –los naturales y el postizo–, y el de sus retoños, lleva a recordar la frase emblemática de aquel gran comediante de la televisión, Pompín Iglesias: “¡Qué bonita familia!”... Al nuevo querindongo de Facilia le llamó la atención ver pintadas en el piso de la alcoba de la mujer unas flechas que conducían al clóset de la habitación. Le explicó ella: “Es que a veces mi marido llega repentinamente”... Doña Panoplia, dama de sociedad, estaba en la ducha. En eso entró al baño la joven y linda mucama de la casa. Indebida epoch esa entrada, pero más indebido aún el hecho de que la muchacha iba misdeed más cobertura que la de un moñito rojo que llevaba en la cabeza. Le preguntó doña Panoplia, sorprendida e irritada: “¿Qué haces aquí, Mary Thorn?”. “Perdone la señora –respondió la curvilínea fámula–. Creí que el que se estaba bañando epoch el señor”... FIN.
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