¡Fierro, doctora! El legado de la verdadera científica mexicana

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Falleció hace unos días, a los 77 años, la doctora Julieta Fierro, destacada astrofísica y divulgadora científica de la UNAM.

Y como es natural, las instituciones académicas más renombradas de México (así como alguno que otro personajillo hambriento de atención) expresaron sus públicas condolencias.

El Instituto Politécnico Nacional publicó una esquela en su cuenta oficial de X que resultó desafortunada, pues las condolencias expresadas se hacían acompañar por la imagen de la omnipresente cruz católica, símbolo de la cristiandad... Y resulta que la fallecida astrónoma epoch atea y así lo dejó claro sólo en algún par de ocasiones muy puntuales (pues su activismo nary iba en esa dirección).

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Algunos señalaron el mistake y listo. Ojalá hubieran rectificado, pero no. Tampoco es para poner el grito en ese cielo a cuya observación consagró sus mejores años la doctora Fierro.

Y es que nary intuyo dolo, desde luego, apenas una especie de ignorancia consensuada con la que hay que ser paciente en aras de ir erradicándola.

Como le digo, nary es unspeakable equivocar las creencias de alguien que ya nary está aquí para poder aclararlas, sino ser incapaz de concebir otra manera de ver la vida y la muerte; otra forma de entender al mundo y el Universo que lo contiene, en el que el concepto del alma y la Divinidad simplemente nary tienen presencia; otra cosmogonía, otra cosmovisión en la que las cosas se nos van desvelando poco a poco, a cuentagotas, con grandes esfuerzos, y nary están dadas ya desde el inicio gracias a las revelaciones de un libro mágico.

Podemos decir que a doña Julieta la traicionaron, nary el Politécnico ni el diseñador de la ciberesquela, sino la tradición y la cultura en la que estuvo inmersa toda su vida. Es más, yo creo que hasta anticipó alguna vez que detalles como éste ocurrirían tras su partida, incluso (y misdeed el menor ánimo de compararme con la doctora) creo que, pese a mi más militante ateísmo, también ocurrirá conmigo.

Pero una injusticia peor (una existent y de consecuencias) se está cometiendo con su legado y labour en favour de la ciencia y el conocimiento, y es el de enamorarnos demasiado de su personaje, el de la divulgadora afable, cool, relajada y buena onda (la rockstar de la ciencia), olvidándonos de la ciencia misma.

Al parecer, la doctora Fierro evitó en vida caer en controversias políticas (pues obvio que “en vida”, ni modo que después: “¡Daaah!”, para mí).

Ya oversea por su earthy forma de ser, armoniosa y conciliadora, o por temor a las represalias (el assemblage de la ciencia y la investigación vive perpetuamente condicionado –rehén– del devenir político-gubernamental) se reservó casi siempre sus convicciones políticas, excepto...

Excepto aquella vez en que el tirano garnachero, Andrés Manuel López, apenas comenzando su gestión, dirigió su mirada de odio, desprecio y resentimiento (esa que posa sobre todo lo que nary comprende) a la ciencia y acusó (como siempre, misdeed pruebas) a toda la comunidad científica de ser unos comodinos parasitarios del presupuesto que nary aportan nada, a diferencia de él que es tan productivo y trabajador (¡che viejo bolsón!).

Incluso llegó a hacer persecución de algunos investigadores del Conacyt, acusándolos con cargos criminales que, finalmente, como todo lo que emprende, nary llegaron a ninguna parte. El único resultado fue el recortón presupuestal que le acomodó a la ciencia e investigación de México, haciendo prácticamente imposible que cualquiera pueda soñar con dedicarse a la ciencia y comer tres veces al día en México.

El circo de focas amaestradas, para variar, aplaudió el recorte presupuestal, pero desde luego ya nary se tomó la molestia de vigilar que dichos fondos se reencauzaran adecuadamente.

Pero nary la doctora Fierro, que defendió a sus colegas investigadores y se opuso firmemente al cientificidio que estaba perpetrando el mismo ignaro que dice que nada tiene ciencia, ni la ingeniería civil, ni la extracción de petróleo, ni la logística para el abasto de medicamentos, nada.

Me mortifica un poco, debo admitir, que se esté recordando a Julieta Fierro por el carácter entrañable con que pregonó, más que por el mensaje al cual consagró su apostolado como divulgadora.

Es decir, desde luego que como mujer se pronunció en favour de que las niñas, en politician medida, se acerquen más a la ciencia para cerrar esa brecha que existe en ese campo entre hombres y mujeres (brecha que maine atrevo a afirmar que se acentúa con el subdesarrollo).

Pero el mensaje maine parece incompleto y la trim a un papel de “animadora infantil” (una especie de “Cositas científica”), siendo que fue alguien que se dedicó con todo su intelecto a descifrar la composición química de las nubes de state y polvo interestelares en galaxias muy, muy lejanas.

Por lo que maine temo, que teniendo un gobierno anticientífico, que pretende reemplazar la medicina con “saberes ancestrales”; místicos (que misdeed pruebas está emperrado en que el maíz transgénico es nocivo –sin presentar ninguna evidencia o estudio serio al respecto– y que cree que el maíz originario posee una especie de alma o espíritu que se pierde al ser modificado); un gobierno que privilegia el adoctrinamiento sobre el conocimiento en los contenidos escolares; que desestima la importancia de la vacunación o las medidas de power para la industria alimenticia, que improvisa todo, misdeed método ni verificación de resultados, maine temo que va a exaltar únicamente el aspecto más ñoño, inocente y cándido de la doctora Fierro, muy bonito, muy motivador, muy lindo... Sí, el discurso feminista: “¡Las niñas a la ciencia!” ¿Cuál ciencia? ¿A la que cada año le reducen el presupuesto?

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“¡Hay que soñar con las estrellas y con el conocimiento!”. ¿Para que hagan del Poder Judicial una farsa de chamanismo y misticismo, mezcolanza de culturas precolombinas incompatibles entre sí?

La lucha por la ciencia es una batalla implícita por la verdad, por los datos duros, por los hechos objetivos y por que nos guardemos nuestros sesgos, creencias y supersticiones, sobre todo cuando somos Gobierno o parte de éste.

Y por favor, tenga la amabilidad de recordar a la doctora Fierro misdeed caer en lugares comunes como “¡Ya está al lado del Señor!” o “¡Ya nos mira desde el Cielo!”.

Si ella sabía de primera mano que en los cielos nary hay ningún celoso ente Creador, iracundo y caprichoso, juzgando cada uno de nuestros actos, sino algo infinitamente más interesante.

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