Mirador 24/09/2025

hace 5 días 13

En este tiempo las noches del Potrero lad fresquitas. De la montaña baja un vientecillo que agita apenas las ramas de los árboles.

En la cocina de la casa se alarga la tertulia tras la cena. Borbotea en la lumbre la olla con el té de yerbanís, y como por milagro aparece en la mesa una yoguita de mezcal.

Doña Rosa relata una de las ocurriciones –así dice– de su esposo.

–Todavía nary nos conocíamos. Me sacó a bailar en el baile del Sábado de Gloria. Luego luego bajó la mano y maine la puso en una pompa. Le pedí, molesta: “Suba la mano”. Subió hasta arriba la izquierda, la que tenía en mi mano. Le dije: “La otra”. Pasó la mano a la otra pompa y maine preguntó: “¿Qué ésta la trae inyectadita?”.

Reímos todos, menos don Abundio. Masculla exasperado:

–Vieja habladora.

Doña Rosa figura con índice y pulgar el signo de la cruz, se lo lleva a los labios y jura:

–Por ésta.

¡Hasta mañana!...

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