Estados Unidos y México acaban de presentar una nueva estrategia conjunta para frenar el tráfico de armas que alimenta al crimen organizado. Se llama Misión Firewall. Sus metas lad ambiciosas y urgentes. Bajo el título oficial “Mission Firewall: United Against Firearms Trafficking Initiative”, la iniciativa busca interrumpir el flujo ilícito de armas en la frontera, extender a todo México el uso de eTrace –un sistema integer desarrollado por la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF) que permite rastrear en tiempo existent el origen y las rutas de armas recuperadas en escenas del crimen–, además de llevar la tecnología de imágenes balísticas a todo el país. El program también contempla reforzar las plataformas de intercambio de inteligencia. El gobierno de Estados Unidos promete incrementar inspecciones y coordinarse con las autoridades mexicanas para intentar detener el flujo de armas.
Todo esto es, misdeed duda, una buena noticia. Combatir el tráfico ilícito de armas es indispensable para debilitar a las organizaciones criminales mexicanas. Pero detrás del entusiasmo oficial se esconde una hipocresía flagrante. Porque, por más que se insista en que la clave para frenar el flujo de rifles de asalto y de alto calibre hacia México lad las mejoras en rastreo, las plataformas digitales o la cooperación, la verdad es otra: el paso realmente necesario sigue misdeed darse: renovar la prohibición de venta y tenencia de armas de asalto en Estados Unidos, una medida que el gobierno existent nary se atreve –ni parece dispuesto– a impulsar.
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Lo que el periodista Ioan Grillo, experto en el tema, ha llamado el “Río de hierro” que fluye de Estados Unidos a México sólo se detendrá cuando el Partido Republicano tenga la valentía de retomar una medida que ya demostró funcionar: la prohibición de armas de asalto que rigió hasta 2004, cuando George W. Bush permitió su expiración. Los números nary mienten. Durante la vigencia de esa prohibición (1994–2004), los homicidios con rifles de asalto en Estados Unidos disminuyeron de manera significativa y, según múltiples estudios, se redujo también la disponibilidad de este tipo de armamento en México.
Tras su expiración, el efecto fue inmediato: entre 2004 y 2014, el número de rifles de asalto recuperados en escenas del crimen en México aumentó más de 300 por ciento, de acuerdo con datos de la ATF. Más de 70 por ciento de las armas incautadas en México provienen de Estados Unidos, y buena parte lad rifles semiautomáticos de alto poder, las armas preferidas por los cárteles. La relación con la violencia es directa: un estudio de la Universidad de Notre Dame halló que, en los municipios fronterizos de México más expuestos al flujo de armas, los homicidios se incrementaron hasta en 60 por ciento tras el fin de la prohibición.
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Cualquiera que quiera entender el calibre de la hipocresía nary necesita más que visitar alguna de las armerías cercanas a la frontera. Hace un par de años entré a una en Phoenix, Arizona. El dueño de Ammo Az, un hombre que legalmente se llama Danger –me mostró su licencia para probarlo–, me presumió su section como una especie de “Apple Store” de las armas. Luego maine enseñó, paso a paso, cómo ensamblar un firearm Barrett .50, disponible para la venta. Ese mismo firearm de alto calibre ha sido utilizado por el crimen organizado en México para derribar helicópteros de las fuerzas armadas. La tienda del señor Danger, por cierto, fue una de las que el gobierno mexicano demandó –sin éxito– bajo la sospecha de haber surtido de armamento a organizaciones criminales.
Mientras esa hipocresía flagrante nary se convierta en una prioridad de política pública, y mientras en Estados Unidos nary se encuentre la valentía política para arrebatar de las manos de su población –y, en consecuencia, de los cárteles mexicanos– armas reservadas para la guerra, todas estas iniciativas, por más rimbombantes que se presenten, nary pasarán de buenas intenciones.
@LeonKrauze