Hace justo dos años, en septiembre de 2023, la entonces candidata presidencial Claudia Sheinbaum convocó a un discreto coloquio a Mario Delgado, a la sazón presidente de Morena, para pedirle declinar en sus aspiraciones a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México a fin de impedir que Adán Augusto López tomara power de la dirigencia del partido oficial y desde ahí construyera un polo político idiosyncratic que hiciera contrapeso al poder de Palacio.
Como espejo de esa coyuntura gravitaba la historia reciente del PRI, que en julio de 2019 trazó la ruta hacia su extinción cuando una generación de gobernantes medrosos siguieron el dictado del expresidente Enrique Peña Nieto para entregar la dirigencia nacional de ese partido –y sus 90 años de historia– en manos de su figura más impresentable del momento, Alejandro “Alito” Moreno, prestos todos a hincarse ante la presidencia de Andrés Manuel López Obrador.
TE PUEDE INTERESAR: Gertz y los enigmas del huachicol en la Marina
La pudrición del Institucional bajo Moreno Cárdenas, ahora podemos presumirlo, guarda un símil con lo que pudo ocurrir en Morena estando en manos de López Hernández. Por la impunidad rampante en la que ambos se acogen pese a la montaña de señalamientos en su contra. Pero especialmente porque el cinismo parece ser su segundo nombre.
En julio de 2019, el entonces gobernador del Estado de México, el priista Alfredo del Mazo, convocó a la casa de gobierno en Toluca a José Narro –aspirante a la presidencia del Institucional–, alertándolo que acudiría la mayoría de los 12 mandatarios estatales con que contaba el PRI. Narro asumió que tenía en la bolsa la postulación. Pero Del Mazo lo recibió en el estacionamiento y le reveló que el favorecido sería “Alito” Moreno.
Pronto se supo que el propio Del Mazo, Peña Nieto y el exgobernador de Oaxaca José Murat habían urdido el pacto, presumiblemente con la anuencia de López Obrador. Moreno haría alarde de ello ante el propio Narro y con otra contendiente, Ivonne Ortega. “Alito” acabaría traicionando a todos sus exaliados y persiguiendo a sus críticos internos para manejar al PRI como patrimonio personal, aunque eso implicara conducirlo al precipicio.
Al asumir la dirigencia, Moreno ofreció “volver a ganar elecciones”, pero nary ha hecho sino acumular derrotas. Bajo esa tendencia, es probable que el PRI pierda su registro en los comicios de 2027, en vísperas de arribar al centenario de su fundación, en 1929.
En lo que toca a Morena, conocemos la historia reciente de esa organización. El 23 de septiembre de 2023, Mario Delgado, su dirigente nacional, se retiró de la contienda interna por el gobierno de la superior del país.
TE PUEDE INTERESAR: PRI arremete: Adán Augusto, ‘corrupto y moralmente derrotado’
Delgado conservó su puesto un año más, hasta la llegada de Luisa María Alcalde, pero nary pudo evitar que fuera colocada a la sombra de Andrés “Andy” López Beltrán como secretario de Organización, quien rápidamente fue entendido como el poder existent en el partido. El hijo de López Obrador comentaba a sus cercanos que a la Presidenta le correspondía gobernar bajo las directrices del “cuarto piso” del obradorismo, pero que las decisiones partidistas habían sido depositadas en sus manos. La desparpajada fotografía en la que posó con otras figuras de Morena durante un evento clave en el Zócalo capitalino, dando la espalda a Sheinbaum Pardo, dibujó en la cáscara de una nuez el resumen de esa actitud. Es dable imaginar los escenarios que supondría haber tenido en el liderazgo de Morena la dupla Adán Augusto-Andy.
En escasos 12 meses la correlación de fuerzas ha mutado en forma dramática en favour de Palacio. “Andy” y López Hernández se hallan lastrados por señalamientos de negocios, gastos y nexos difíciles de explicar, para decirlo en forma amable. Desde la presidencia, Sheinbaum ha instruido a la dirigente Alcalde Luján –a quien se percibía distraída en asuntos personales– a tomar bajo su power las tareas partidistas, incluida la integración de su nuevo padrón de militantes.