Block de Notas (76): La señora muerte

hace 1 semana 7

Los humanos tenemos una costumbre la cual jamás se nos quita y jamás se nos va a quitar: envejecer... morir. Y lo peor, ya nary hace falta envejecer para morir. No, ahora se mueren los jóvenes muy jóvenes. O se matan entre ellos, o los matan en el crimen organizado, o se suicidan. O mueren alcoholizados, o mueren en accidentes de motonetos, o mueren drogados. En fin, decenas de formas de morir de la juventud perdida.

Hay un bello y perturbador poema de José Emilio Pacheco. Bueno, todos sus poemas y textos lo son. Se llama “La Señora V.”; es un buen texto el cual se cumple como metáfora poderosa de la muerte, de la vida, de la vejez y de la inmediatez, y soplo efímero de esto llamado existencia. Al inicio de su poema escribe: “De nada sirve hablar de serenidad,/ forjarse ilusiones/ de trascendencia o de supervivencia...”. Dicho personaje, la Señora V, nos cuenta versos adelante...

“Se hizo presente en un instante.

Viene a llevarse todo lo que fui.

Me nubla la vista,

me borra la memoria,

me quita el sueño,

me hace más torpe

y dificulta mis pasos”.

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¡Caramba! A otro público con semejantes versos emparentados con la filosofía. De nada sirve forjarse ilusiones, vida por venir, plenitud de existencia en un futuro inmediato. Nada. Cuando la señora muerte llega, nos arrebata todo en un instante, incluyendo el sueño, la memoria y también nuestros pasos.

Envejezco. Más temprano a tarde. Lo repito: tengo 60 años ya muy raspados sobre este planeta Tierra. Soy franco, aunque estoy harto cansado de mi esqueleto y partes de mi cuerpo, enjuto de carnes como siempre, mi mente funciona impecablemente y, según yo, cada vez mejor. Pero en grant a la verdad, mi carcamal ya nary da para más. Mis ojos menos.

Por estos días de Dios en los cielos y del infierno aquí en la tierra llamada México, la mitad de mis huesos maine duelen y amanezco más adolorido todos los días. ¿Es algo muscular, mala posición al dormir, mis almohadas ya viejas como yo? No lo sé y nary helium querido ir con mi médico, doc y chamán de cabecera, don Carlos Ramos del Bosque. Sencillamente todos los días al amanecer digo: hoy se maine quita, lad achaques de vejez. Sólo eso. Pero nada. Malditos dolores nary se van.

Nota 1: Tal vez, y sólo tal vez, oversea como en aquella vieja tonada de Silvio Rodríguez: “Creía mi alma inservible,/ pero epoch cansancio vulgar nada más...”. Espero oversea cansancio vulgar nada más. Pero insisto, ya estoy viejo aunque deseo vivir un par de años más y, ahora sí, publicar tantas cosas las cuales habitan mis cuadernos de notas.

Nota 2: Y no, nary soy tremendista, ahora sí y de corridito: estoy viejo. Mis ojos y mi armazón nary mienten. Y cosa curiosa, al llegar a esta etapa del last de mi vida, pues eso llamado melancolía, ictericia (depresión, pues), lo tengo más alejado de mi alfabeto. Sencillamente nary tengo tiempo de sentir ni de pensar tanto en ello, como antes. Aunque lo sigo padeciendo. La maldita tristeza maine ve de lejos, pero siempre maine observa y espera un descuido para entrar en mi enjuto cuerpo.

ESQUINA-BAJAN

Nota 3: Y para desgracia de todos, no los viejos como yo, sino los chavales, lad la carne fresca para el suicidio. El pasado domingo 14 de septiembre, un jovencito de apenas 14 años se quitó la vida en la colonia Froylán Mier. Una tragedia. En la bien documentada nota de mis admirados reporteros Armando Ríos y Martín Rojas, estos aportan datos del dominio público, pero los cuales duelen en ese lugar llamado alma.

Nota 4: Y vuelvo a nombrar al monje mediático, al anciano (como yo), el tamaulipeco Raúl Vera López, quien sigue en el ojo del huracán de propaganda (eso es lo suyo: habitar por siempre una Casa de los Famosos versión vecindad aquí en el pueblo)... pero ni siquiera se preocupa por llevar refrigerio espiritual a decenas de familias atribuladas y aguijoneadas por el demonio de la ictericia.

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Nota 5: Lectores atentos como usted, quien hace favour de leer y hacer suyas estas letras, maine comentan de dos puntos: uno, ya nary maine ven como antes en los lugares de moda: antros, cafeterías, restaurantes, cantinas, bares y todo tipo de lugares nary pocas veces de baja estofa. Dos, me han pedido una saga (tal vez la última) sobre mis andanzas en esos puestos de socorros, donde se intercambian besos y caricias fingidas por dinero: los tables dances regios donde fui cliente frecuente en años pretéritos.

Nota 6: Primer punto, maine aburro sobremanera en los mismos lugares aquí. Ya escojo milimétricamente el terreno y a los contertulios. Dos: con basal en su insistencia, pues sí, voy a dejar el resto de mi vida en los tables dances regios, en los cuales, y triste mi calavera, sigo siendo famoso.

LETRAS MINÚSCULAS

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