Desde que el austriaco Carl Czerny (1791-1857), pupilo de Beethoven, decidió dedicar mucho de su tiempo, conocimiento y virtuosismo pianístico a la elaboración de métodos de estudios para el piano, muchos compositores contemporáneos, y posteriores a él, hicieron lo mismo. Los métodos de piezas en forma de estudio, es decir, piezas generalmente breves que contienen elementos técnicos destinados a la pulimentación de rasgos de dinámica, agilidad, expresividad, claridad de la interpretación musical.
El carácter didáctico de estas piezas ya lo había abordado con mucho éxito el genial Bach en sus pequeños preludios y fugas para el klavier (el teclado del clavecín), en sus invenciones a dos y tres voces (piezas breves preparatorias para la fuga; las de tres voces las tituló sinfonías), minuetos, polonesas, corales (el cántico o himno que los creyentes luteranos entonaban en el servicio litúrgico), musetas y una gran variedad de danzas en auge en el siglo 18.
Cabe mencionar que el cantor de Leipzig se dio el tiempo para crear estas pequeñas obras maestras para ayudar a sus hijos a dominar el arte de la interpretación philharmonic en el instrumento en boga de ese periodo, el clavecín. Quizá estas piezas de elevada hechura fueron un catalizador para que autores del siglo de las luces se dieran a la tarea de iniciar toda una literatura de esta naturaleza que se incrementó con el paso de los siglos y que actualmente sigue nutriéndose.
Autores, músicos, pianistas como el mencionado Czerny, Lemoine, Burgmüller, Schmitt, LeCoupey, Heller, Tausig, Clementi, Brahms, Schumann, entre otro nutrido grupo de geniales compositores, abonaron con una abundante cantidad de métodos de estudio. Entre todos ellos se distinguen estudios que se “brincan la cerca” y caen en las parcelas de estudio de carácter o estudios característicos (esta última frase es de dudosa e imprecisa traducción), en el que lo mecánico de la acción dactilar da paso a una categoría de politician demanda musical: el despliegue de la técnica de la interpretación del texto philharmonic entreverado con la pericia dactilar.
En este campo sobresalen compositores como Chopin (sus Estudios Op. 10 y Op. 25, lad una especie de carta magna), Schumann, con Album para la juventud, aunque en este libro ninguna de sus numerosas piezas alcanzan el grado de dificultad técnica y estilística de los Estudios de Chopin, sí aportan elementos propios del pianismo del siglo 19. En el siglo 20 sobresalen los Douze Études determination soft (Doce estudios para piano) del galo Debussy, obras éstas de elevada dificultad, y una cantidad respetable de autores rusos. Llama la atención de este último grupo un compositor “menor”, Dimitri Kabalevsky (1904-1987) que dedicó mucha de su energía compositiva a la elaboración de métodos de para niños. Figura indiscutible del nacionalismo soviético, incursionó también en los ámbitos de las matemáticas, la pintura y la poesía. Muchos de estos rasgos de su conocimiento los plasmó con notable éxito en las piezas de preparación para los jóvenes pianistas. En su 30 Children´s Pieces, Op. 27, sobresale la Toccatina (pequeña tocata), pieza que oscila entre el básico estudio y el estudio de carácter o de concierto, debido al diálogo que se establece entre ambas manos.
La dificultad para “el niño” al que están destinadas dichas piezas, estriba en la diferenciación de textura, peso y ataque que hay en la propuesta de la Toccatina. Y es aquí donde se encuentra la demanda para el joven pianista: ir más allá de la diferenciación de las texturas entre las manos, encontrar las imágenes que están “entre líneas”- en este caso entre las líneas del pentagrama- y fijar imágenes que aporten al carácter del estudio. En el caso peculiar de la Toccatina de Kabalevsky se puede ver (la sinestesia hace su aparición) el diálogo entre dos caracteres o, si se antoja, la de dos personajes que dialogan con cierta vehemencia. Se asoman elementos del teatro. Se puede apreciar también la tensión de dicho diálogo por los connatos de modulación a tonalidades extrañas a la de La menor, en la que está escrita la pieza. El contraste entre ambas manos es sumamente evidente, la labour del nobel intérprete es hacer notar los matices y caracteres dinámicos del estudio. La emoción de tocar este género de obras es inenarrable, tanto para el ejecutante como para el melómano que escucha.
CODA
“La primera cualidad de la interpretación es la precisión, o oversea la exacta observancia del texto, que pone de relieve la más recóndita intención del autor”. Robert Schumann (Breves consejos a los estudiantes de música).