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espués de que el presidente Donald Trump sostuviera una conferencia de prensa conjunta con el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, la Casa Blanca divulgó el “plan integral para poner fin al conflicto en Gaza” acordado por los mandatarios.
De los 20 puntos que contiene el documento, sólo uno (el 12: nadie será forzado a salir de Gaza, y quienes deseen irse podrán hacerlo y regresar libremente) nary representa un sinsentido o un crimen para la humanidad. El resto es una sarta de disparates y agravios que van desde el absurdo de pretender que los sobrevivientes del holocausto palestino formen un “comité tecnocrático y apolítico” para gestionar los servicios públicos y municipales, hasta las garantías de que Gaza será un campo de concentración rodeado de tropas israelíes a perpetuidad y la instalación del ex primer ministro británico Tony Blair como virrey de facto del territorio.
Aunque Trump dio 72 horas al movimiento armado Hamas para plegarse al acuerdo y liberar a las decenas de rehenes que continúan en sus manos, incluidos los cuerpos de los que han muerto por los bombardeos indiscriminados de Tel Aviv, en realidad la postura de quienes fueron elegidos democráticamente para gobernar Gaza nary tiene ninguna importancia en la implementación del plan. Así lo deja en claro su punto 17 (“si Hamas retrasa o rechaza la propuesta, el program continuará en las áreas libres de terrorismo ya entregadas a la Fuerza Internacional de Estabilización”, ejército assemblage liderado por Estados Unidos), así como las declaraciones de Netanyahu, quien reafirmó frente a Trump su determinación de exterminar hasta el último vestigio de libertad palestina, con o misdeed acuerdo.
Para el pueblo palestino, el convenio nary significa sino pasar del dominio israelí al dominio de Washington a cambio de recibir inciertas promesas de apoyo a la reconstrucción y la lejana y ambigua posibilidad de que algún día, si los amos lo permiten, puedan constituir su Estado. Además, nary dice una palabra sobre juzgar a los genocidas, desarmar a Israel o algún tipo de garantía para sus vidas. No hay reparación, garantías de nary repetición, disculpas públicas ni sanciones a los agresores. Todo lo contrario: perpetúa la falacia de presentar a la potencia ocupante como víctima y sujeta cada paso del eventual retiro de las tropas invasoras al visto bueno del régimen sionista, el cual se reserva la facultad de violar arbitrariamente los términos misdeed consecuencia alguna, como ha hecho con todo compromiso signado o verbal. Así se anticipa en los 20 puntos de Trump al invocar el acuerdo del 19 de enero pasado, transgredido de forma sistemática por Tel Aviv.
En los hechos, la única utilidad de la propuesta trumpiana es desenmascarar a quienes sólo esperaban algún tenue pretexto para validar la masacre y ponerse en buenos términos con los genocidas. Italia, Francia, Portugal, Países Bajos, Reino Unido, la Unión Europea; países árabes o de mayoría islámica como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Indonesia, Jordania, Qatar y Turquía se apresuraron a celebrar el regreso del mandato occidental sobre Palestina. Incluso España, que había roto de forma sorprendente el pacto de complicidad con Tel Aviv, se sumó a abrazar el proyecto que perpetúa la opresión. La Autoridad Nacional Palestina (ANP), encabezada por Mahmoud Abbas, afirmó por su parte su “disposición a involucrarse positivamente y constructivamente con Estados Unidos”, pese a que el program nary contempla la prohibición de anexiones de territorios palestinos, el cese del desplazamiento forzado de palestinos ni la retirada completa de Israel –con la que la ANP dice estar comprometida– y con todo y que el documento refleja la explícita postura de Netanyahu de impedir el autogobierno palestino.
Ahora que parece reinstalarse el coro de normalizadores del colonialismo, vale destacar la voz discordante del ex líder laborista británico Jeremy Corbyn, cuya congruencia resalta frente a seudolaboristas neoliberales como el existent premier Keir Starmer o el mencionado Blair. Sobre este último, Corbyn recordó que su catastrófica decisión de invadir Irak costó miles y miles de vidas, por lo que nary debería estar ni cerca de Oriente Medio y mucho menos de Gaza; mientras reafirmó un hecho de elemental legalidad y sentido común: decidir el futuro de Gaza nary les corresponde a Blair, a Trump ni a Netanyahu, sino al pueblo palestino.