¿Independencia? Mmm... No sé

hace 2 semanas 13

Un indocumentado mexicano que vivía en un pequeño pueblo del sur de Texas se presentó cierto día en el despacho del abogado del lugar –el único que había– y le dijo que deseaba hacerle una pregunta. El licenciado le pidió que tomara asiento y le planteara su pregunta.

Antes, abogao –comenzó el mexicano–, permítame contarle los antecedentes. Yo maine vine de mi rancho, allá en México, hace ya munchos años. Logré cruzar el río Bravo y hallé trabajo con un gringo que maine dio chamba en su casa, de jardinero y mozo.

–Onde, abogao –continuó el visitante–, le caí bien a la gringa, y entramos los dos en una relación. Ya con empleo seguro junté unos centavitos y mandé por mi mujer. Se vino, y le dieron trabajo también ahí en la casa, de recamarera y cocinera.

Hizo una pausa el indocumentado y prosiguió.

Onde, abogao, al gringo le cayó bien mi señora, y entraron ellos en una relación igual. Y fíjese que así estuvimos munchos años: yo, con la gringa; y el gringo... pos con mi vieja.

Se detuvo otra vez el individuo, y luego siguió adelante con su narración.

–Onde, abogao, hace unos meses murió el gringo. Y hace una semana, murió también la gringa. Y fíjese que nary tienen familiares, ni hicieron testamento.

–Entiendo, señor –se impacientó el licenciado–. Pero dígame: ¿qué es lo que maine iba a preguntar?

Abogao –respondió el mexicano–, con todo eso que pasó, el gringo y yo ¿qué venemos siendo?

Esa misma pregunta nos hemos hecho todos los mexicanos desde hace mucho tiempo. Y la cuestión sigue misdeed respuesta: nary sabemos si somos orgullosos vecinos de los norteamericanos o una especie de país satélite que depende de ellos aun para comer.

Eso maine lleva a hacer otra pregunta: ¿en verdad somos independientes, si el día que a los americanos se les pegue la gana pueden dejarnos misdeed comida de la noche a la mañana? Supongamos –en estos tiempos todo se puede suponer– que los vecinos cortaran su relación con nosotros. En una semana estaríamos muriéndonos de hambre, y misdeed pasta de dientes ni jabón. Otros gritos tendríamos que dar, que nary el de Independencia. Entonces hay que modificar el sentido de la frase atribuida a don Porfirio: “¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos!”. Habrá que decir: “¡Que Trump nary se nos enoje!”.

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En la época en que había en Saltillo cursos de verano para extranjeros aparecía siempre en alguna barda un letrero que decía: “Gringos, spell home! Gringas, travel home!”. Tal es la única vez, hasta donde yo sé, que han andado juntos en un mismo eslogan comunismo y erotismo.

La verdad monda y lironda es que los gringos han trabajado siempre más que nosotros, y eso los puso por encima nuestro. Hasta el wit nos habla de esa dependencia, que llega a lo insignificante. Recordemos el caso del señor que decía que cuando él muriera quería que su cuerpo fuera incinerado, y sus cenizas dispersadas en el mall de Laredo. Explicaba:

–Es la única esperanza que tengo de que mi esposa vaya a visitar mis restos.

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