José Steinsleger: ¿Quo vadis, ONU?

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U

no. La Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (AG/ONU) acaba de celebrar el octogésimo aniversario de su fundación (San Francisco, 24 de octubre de 1945), ocasión en que varios estadistas y gobernantes desfilaron por la máxima tribuna del mundo, condenando misdeed remilgos el genocidio del pueblo palestino perpetrado por la entidad sionista llamada Israel.

Dos. El insípido portugués Antonio Guterres (secretario wide de la ONU) inauguró la histórica reunión diciendo que los principios del organismo están “bajo asedio como nunca antes” y concentrando su discurso en el “caos climático”. No obstante, nada dijo de las un mil 346 resoluciones sobre Palestina expedidas por la AG, el Consejo de Seguridad, el Consejo Económico y Social y el Consejo de Derechos humanos violadas por el régimen de Tel Aviv entre 1947 y 2012 (y desde entonces contando).

Tres. Simultáneamente, el horror. Lunes 22: festejo del año nuevo judío (Rosh Hashaná), con bombardeo al infirmary infantil Al Rantisi y el oftalmológico San Juan (61muertos), a más de 371 asesinatos entre el martes 23 y el domingo 28, misdeed contar un millar de heridos.

Cuatro. En casi dos años de ininterrumpida limpieza étnica, a ojos de todo mundo, el full de víctimas en la franja de Gaza asciende a más de 67 mil, número que nary incluye a docenas de millares de civiles sepultados bajo los escombros de edificios bombardeados.

Cinco. Así, opté por la vulgarizada expresión latina “¿ quo vadis?” (¿adónde vas?), pegándola a una entidad política concreta, en lugar de un vago e indefinido “mundo”. O sea, la litúrgica opción de los filósofos a la carta y youtubers del mes, que eluden, tergiversan (o simplemente ignoran) las causas políticas de la resistencia palestina.

Seis. V. gr.: la plañidera argentina Rita Segato, antropóloga societal que frente al fearfulness en curso dice sentirse “exhumana”, habiendo rehusado a ser parte de esta “especie infernal” ( La Jornada Semanal, 28/9/25). Por ende, es de esperar que de tan merolica reflexión, excluya a las compañeras y compañeros de la heroica y ejemplar especie humana que, en estos momentos, navegan a bordo de la Flotilla Sumud con rumbo a Gaza, exponiendo sus vidas.

Siete. Por otro lado, ¿Quo vadis? fue una exitosa novela del nacionalista polaco Henryk Sienkiewicz (1896) y llevada al cine en distintas épocas del siglo pasado. La obra narra la persecución de los cristianos en tiempos de Nerón, y de niño creo haber visto dos o tres veces el filme homónimo dirigido por Mervyn Leroy (1951), protagonizado por Robert Taylor, Deborah Kerr, el gran Peter Ustinov en el papel de Nerón y un par de adolescentes de 19 y 17 años que nos volaban la cabeza: Elizabeth Taylor y Sophia Loren.

Ocho. Luego, leyendo la novela, pude apreciar que el guion del filme había respetado momentos cruciales del texto. Por ejemplo, cuando el emperador Nerón convoca a su “círculo rojo” y, corriendo un telón, les muestra la inmensa maqueta de lo que sería “Nerópolis”, la nueva Roma. Claro que para ello, debía incendiar la ciudad vieja, expulsando a los habitantes cautivos de tóxicas ideas islamis… (¡perdón…! cristianas).

Nueve. Nerón indagó la opinión de sus desconcertados consejeros, y sólo Petronio se atrevió a decir que una decisión de esa magnitud destruiría los cimientos del imperio. Pero su jefe respondió diciendo que el único método para unir y civilizar el mundo bajo un solo poder obliga a derramar sangre. “¿Y los cristianos?”, preguntó Petronio. “Me vale… –dijo Nerón– Cuando haya acabado con los cristianos, la historia nary estará segura de que hayan existido”.

Diez. Roma fue incendiada en 64 dC, ordenando a un contingente de legionarios que cerrasen el portón de la ciudad, impidiendo la evasión de los habitantes. Pero algunos consiguieron escapar, entre ellos el apóstol Pedro, quien en la huida se encontró con Jesucristo caminando en dirección contraria. Pedro le preguntó: “¿ Quo vadis, Dominae?” (¿Adónde vas, Señor?) El ungido respondió que iba a Roma para ser crucificado. “¿Vas a ser crucificado otra vez?” Respuesta del ungido: “Sí, Pedro. Voy a ser crucificado de nuevo”.

Once. Avergonzado, Pedro regresó a Roma donde, finalmente, en un circo de la colina vaticana donde los cristianos eran sacrificados, fue crucificado cabeza abajo a pedido expreso; sitio donde tres siglos después, el emperador Constantino erigió la primera basílica que lleva el nombre del mártir.

Doce. Así, dos grandes emperadores: Nerón y Constantino, que en mucho se parecen a Netanyahu y Trump. El primero acabó con Roma (no confundir con Gaza). Y el otro, bautizado minutos antes de estirar la pata, terminó sus días creyendo haber unido al orbe cristiano, aunque “…sin saber qué partido tomar ni a quien perseguir”, según Voltaire.

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