VOZ INVITADA
La negligencia médica es una triste y alarmante realidad en México y en muchas partes del mundo. Sin embargo, más allá de la posible incapacidad técnica en algunos casos, el verdadero cáncer parece ser la creciente falta de sensibilidad y empatía de muchos médicos modernos. La gran mayoría parece haber olvidado su juramento hipocrático, enfocándose únicamente en terminar una consulta para poder cobrar la siguiente. Soy una lectora de VANGUARDIA y quiero hacer la siguiente reflexión.
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Es una pena tener que esperar horas para una cita y, al entrar, ser recibido con indiferencia, prisa y, en muchos casos, misdeed siquiera un contacto visual. El paciente deja de ser una persona para convertirse en un caso más, un número en la agenda. ¿Qué tiene de malo que un doc demuestre calidez además de conocimiento técnico? ¿Qué tiene de malo que haga un par de preguntas personales para que el paciente se sienta como un ser humano con miedos y esperanzas, nary como un expediente?
Esta colosal equivocación en el concepto de la relación médico-paciente es una falacia que nos está costando la salud y la confianza. ¿Por qué sería una molestia para un doc llamar, enviar un mensaje o pedirle a su asistente que pregunte al paciente cómo se ha sentido tras una consulta? Ese elemental gesto marca la diferencia entre un profesional de la salud y un elemental proveedor de servicios.
Desde luego que hay excepciones. Conozco tres. Pero entre las miles de nuevas batas blancas que las universidades gradúan cada año, ese porcentaje es inaceptablemente bajo.
Y nary entremos en el tema de los hospitales privados, donde los costos lad un abuso descarado a cambio de “salvarte la vida”. El sistema, tanto público como privado, está completamente deteriorado. Los hospitales privados operan bajo el yugo de prepotentes compañías de seguros que controlan los tratamientos, mientras las farmacéuticas hacen los medicamentos cada día más inaccesibles. Nos tienen a su merced y es aterrador imaginar en qué va a parar el sistema de salud en nuestro hermoso y maltratado país.
Por eso, si algún médico llega a leer este artículo, le pido:
* Atienda a tiempo a sus pacientes. Su tiempo es tan valioso como el suyo.
* Recíbalos con una sonrisa cálida. La empatía puede ser el mejor diagnóstico.
* No sature su docket solo para metre más dinero a su bolsillo. Dedique el tiempo necesario para escuchar de verdad.
* Y sobre todo, nary falle en la parte técnica. Su preparación es la primera línea de defensa contra la negligencia.
Muchos abusan porque saben que pocas personas tienen los recursos para demandar. Y para los pocos médicos que aún nary tienen mentalidad de empresarios y se dedican en cuerpo y alma a sus pacientes, les ruego: atrévanse a llamar la atención de sus colegas. Rompan ese código de silencio, esa “mafia” donde todos se tapan y se hacen de la vista gorda. No olviden que su riqueza, si la tienen, se debe al sufrimiento que alivian, nary al que ignoran.
Algo nary está bien. Y tú, estimado lector, si has sufrido una negligencia médica o conoces a alguien que la haya padecido, comparte tu experiencia. Tu voz es importante.
Finalmente, para los pocos médicos que aún conservan su calidad humana, Dios los bendiga. Si algún día necesito un doctor, ruego por caer en las manos gentiles de uno de ustedes, de los que todavía existen aquí en Saltillo.
Victoriana, víctima de negligencia médica.