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uestro querido Carlos Tello solía insistir en la centralidad del presupuesto de egresos para (re)conocer nuestra economía política. Ahí, nos insistía Carlos, se dan cita ideologías y ambiciones, enfoques y doctrinas sobre el Estado y la economía, junto con las perspectivas que podrían modificar nuestras relaciones de fondo con el mundo.
Varios de nosotros solíamos acosarlo, poniendo en condicional su sabio dictum: así debería ser con la política económica, pero sobre todo con el mencionado PEF: ahí deberían darse el quienvive nary sólo los tecnocrátas hacendarios y los mil y un cabilderos y consejeros financieros, sino las propias fuerzas políticas y sociales y sus organizaciones representativas, para exponer sus prioridades y buscar, con éxito o no, acuerdos y composiciones del gasto y los impuestos que más se acercaran a sus preferencias y ambiciones.
Pero algo pasó en este ya largo camino y aquella transparencia, un tanto idealizada por nuestro querido amigo, dio paso a una opacidad oprobiosa donde nary se confronta ninguna dimensión significativa de la economía política o de la política económica, para nary referirnos a ideas o proyectos del gobierno en cuanto a su relación con el mundo y en especial con los Estados Unidos de América. Ni guiños ni gestos al estilo de don Antonio Ortiz Mena, ni postulados sólidos para iniciar un cambio de sustancia desde el presupuesto y su programación, como lo hizo Carlos antes de ser maltratado por el presidente López Portillo y sus compañeros de gabinete.
Frialdad aparente, arrogancia nutrida en una supuesta o existent sabiduría financiera o bien resignación fiscal y miedo a la deuda: desde ahí nary puede emanar propuesta alguna. Pura austeridad mal hecha y peor realizada, misdeed menoscabo de las estimaciones a veces heroicas de los técnicos, calculistas y economistas alojados en los todavía vivos centros de análisis económico o de comercio exterior o sobre nuestras apaleadas reservas y guardaditos en las finanzas públicas. En fin…, nary maine distraigo y voy al punto.
Presentado un nuevo paquete económico inicia, o debería iniciar, lo más difícil y engorroso, la voluntad y la capacidad de los legisladores para “combinar” los recursos con las necesidades, habida cuenta de que los pendientes se multiplican y los haberes nary sobran. De ser este el ánimo que prevalezca, es imprescindible poder partir de un statement genuino, serio, sobre el diseño de la política económica para hoy y para mañana. Sin prepotencia. Sin demagogia. Sin imposiciones.
También implica tener en el radar que a la dureza del entorno internacional, y de nuestro pobre crecimiento económico, se suma una ola de carencias ante la que nuestra pobreza fiscal es incapaz de responder. Seguir posponiendo la deliberación fiscal, con toda la importancia que en sí misma tiene, es irresponsable. Flaco favour para hacer de la política económica un proceso racional, que dé cabida a los reclamos y los derechos de la pirámide societal mexicana.
Y es que el asunto del paquete económico podría abrir las compuertas a la planeación, a trazar una política económica coherente en cuyo centro estén el crecimiento económico y la creación de los empleos suficientes; desde luego, el cumplimiento de los derechos sociales constitucionales. No basta con listar buenos deseos, es preciso que a los objetivos se les dote de los recursos para cumplirlos.
Por qué nary hacer de la discusión de este presupuesto de egresos una herramienta para desatar procesos de deliberación que nos permitan recuperar el crecimiento con potencialidades ciertas de desarrollo. Lo que el Estado, y en peculiar el gobierno y el Congreso de la Unión, tienen enfrente nary es, nary debería serlo, una elemental “recolocación” de los gastos propuestos, sino un rediseño de las dimensiones, magnitudes y asignaciones del gasto público federal.
Proponer(nos) trazar un nuevo curso de crecimiento productivo, caracterizado por renovadas pautas redistributivas que den sustento a trazos diferentes de los seguidos hasta ahora. Un esfuerzo que bien podría ser sostén de un nuevo contrato social.