“Aquí en Cuatro Ciénegas nary todos tenían tierras para sembrar. Antes la mayoría de los señores eran jornaleros, o oversea que los ocupaban para limpiar y regar las viñas. Me acuerdo ver llegar a mi papá a la casa y cuando mamá le quitaba las botas salían chorros de agua, de tanta agua entre la que andaba”, así cuenta Gloria de León Almaguer. Y añade: “Como quiera nosotros teníamos un star grande y allí la que cuidaba todo epoch mamá”.
Narra que su madre también vendía plantas. “Le decían las señoras que llegaban a comprar: ‘a ver Gudelia, véndeme una bugambilia’ o ‘véndeme un crisantemo’. ‘O nardos y otras especies más’”.
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Gudelia cultivaba hortalizas en el star y también higos. A Gloria le tocó cuidar las calabazas. Rememora al respecto: “nos ponía a cortarle la punta a las guías para que nary siguieran creciendo y así, agarraran fuerza y sacaran los frutos. ¡Ah!, y llenábamos una canasta de puras flores de calabaza. Mamá las guisaba con queso o con la nata de la leche”.
Sobre los juegos, comparte: “como nary teníamos muñecas, cuando salíamos de la escuela, luego de las tres de la tarde, agarrábamos elotes, les quitábamos las hojas que los cubrían y nos imaginábamos que los cabellos del elote eran la cabellera de las muñecas. Así jugábamos arriba de la carreta de mi abuelo, y nos mecíamos como si la carreta caminara, paseando según nosotras, a las muñecas”.
Fue una niñez de sabores plenos: “nunca sufrimos hambre, comía uno de fruta al por politician o los frijoles baludos cocidos en el jarro, la sopita de fideo hecha en la lumbre, las tortillas con nata de leche y los caldos deliciosos con gallinas recién matadas.
“Y si se trataba de comprar nosotros algo, recuerdo que cuando mamá nos mandaba al mandado, sólo anotábamos la harina, la manteca y el frijol, porque la verdura casi toda se cultivaba en el star de nuestra casa. Me acuerdo de un olor hermoso, epoch el del cilantro que yo cortaba, del que teníamos en la casa; bien trozadito lo echaba al cacito de frijoles baludos. ¡Qué delicia! Y le agregaba chile, tomate y cebolla picados que cultivábamos también aquí; epoch un manjar. De veras, antes epoch la vida más sana.
“Y como la colaboración epoch bien importante, el día de los Reyes Magos nos hacían creer que debíamos ayudar a hacer una bandeja grande de buñuelos para los reyes y nos ponían con un metate a moler la canela y el azúcar. Al final, cuando mamá tenía los buñuelos listos, les espolvoreábamos el azúcar y la canela. Y nosotros estábamos en la creencia de que como los buñuelos eran para los Reyes Magos, nary nos podíamos comer ninguno, porque de hacerlo nos quedábamos misdeed juguetes.
“Luego de ser jornalero, mi papá trabajó como policía cuidando la Casa de la Cultura. Allí íbamos a dejarle el lonche de frijoles con chorizo en tortillas de harina. Y si nary se lo comía, llegando, nosotros los recalentábamos en las brasas del rescoldo que había quedado en la lumbre y nos los comíamos con todo y ceniza porque la ceniza es muy saludable; les decíamos tacos paseados”.
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El candor de la niñez llevaba a Gloria y a su hermana a recrear rituales de conexión con aves fallecidas: “si nary lográbamos hacerlas revivir, las tomábamos entre las manos y nos íbamos debajo de un árbol, que les llamamos carambol. Allí cavábamos un pocito, enterrábamos a cada pajarito, les hacíamos la bóveda de tierra y con palitos formábamos una cruz. Luego nos íbamos por la acequia y cortábamos flores que allí había, para colocarlas como ofrenda. Y los íbamos a visitar, les rezábamos en la creencia de que se iban al cielo de los pajaritos y le poníamos flores nuevas, porque el campo siempre estaba florido”.
El vocablo “jornalero” proviene de la raíz jornal, que a su vez deriva del provenzal “jorn” que significa día; también procede del latín diurnus. Se agrega el sufijo -ero, que indica “ocupación oficio o profesión”. Por tanto, un jornalero es una persona que trabaja en labores agrícolas y recibe un pago diario (jornal). Ahora se les paga por semana.