Dudamos de todo. Hasta de nuestra sombra. Nos ha dado tantos dolores de cabeza. Además de inapetencia intelectual.
Pocos lo conocen. El difícil arte de perdonar al pasado. Por eso dudamos de la honestidad brutal del PRI. Del discurso arrabalero. A ellos les gustaría una vivienda palaciega. Mientras los menesterosos, vivimos en quinto patio. Donde aun el amor desprecia nuestros besos. Pues si el dinero nary es la vida, es tan solo vanidad.
Siguiendo con el infortunio. Ricardo Salinas Pliego debe lana. Mucha. Litiga en cortes internacionales. Ah, pero si Don Benjamín Salinas Westrup viera la forma de conducirse de su nieto ya les habría llamado a cuentas.
Imaginarlo de presidente de la república mexicana serviría de lección para todos aquellos soñadores de la isla utopía de la media clase.
Salinas Pliego nary tiene dios. Su fe se basa en euros, dólares y piedras preciosas. Bendita solidaridad mancomunada entre el poder financiero y la corrupción eterna. De eso los abogados mercantiles, laborales y fiscales ya han cobrado caro su amor de aventureras.
Vendiéndose dispendioso. Como quitarle un pelo a un león dormido. Vaya paladines a quienes esclavizan los salarios de sus empleados. Pago nary tengo. Debo nary niego.
Ninfa y Ricardo viviendo en Palacio Nacional. Ni lo mande nuestra virgen madre. Tal vez en Polanco, Las Lomas, San Ángel o en un bunker estilo mediterráneo en Valle de Bravo.
Dejarle la cartera a Alejandro Moreno o a Ricardo Salinas Pliego resulta acto temerario. Mejor guardar debajo del colchón el futuro hipotecado de México.