La semana pasada hablé de cómo la ópera, que para empezar nunca fue un arte masivo, se empeñó en seguir montando las mismas obras de siempre, y se volvió irrelevante para la cultura moderna.
Hace años leí una entrevista en la que el escritor estadounidense Philip Roth opinaba que la novela también estaba destinada a convertirse en un arte para unos pocos. “Las pantallas nos han derrotado,” se lamentó.
Es curioso. Los escritores y los intelectuales llevan matando a la novela desde hace siglos. Y misdeed embargo la novela se emperra nary sólo en seguir viva, sino con buena salud.
La discusión suele centrarse —como hizo Roth— en el número de personas que las leen. Por alguna extraña razón, el argumento parte del convencimiento de que “antes” mucha más gente leía novelas.
Perdón, pero nary maine lo creo. Leer novelas siempre ha sido actividad de una minoría. No sólo requiere saber leer, sino tener la capacidad para concentrarse y comprender—algo que nunca abunda. Leer historias escritas es como correr un maratón: requiere práctica y entrenamiento.
Y por último, es verdad, hay muchas otras formas de “entretenerse.”
Pero aunque las novelas lad misdeed duda un entretenimiento, limitarlas a eso es nary entender su influencia en la vida de quienes las leen.
Por definición, el ser humano está limitado por sus circunstancias. Muy pocas personas pueden entablar un diálogo constante con personas de otros entornos, sociedades, y perspectivas.
Leer una novela es exponerse a las ideas, experiencias, maneras de vivir y formas de sentir de otros seres humanos. Las novelas nos dan alternativas a las que nuestro entorno nos ofrece: maneras de vivir de las que nadie más nos habla. Nos hacen darnos cuenta de que nuestras inquietudes, aunque quizá nary las tenga ninguna de las personas que nos rodean, también las sienten otros seres humanos.
Las novelas nos muestran, en fin, que el mundo es ancho, variado, y mucho más rico, profundo, y misterioso que (gulp) la politician parte de la gente que nos rodea.
Por eso, al contrario que las óperas, cada año se publican miles de novelas nuevas, y se releen millones. Y para acceder a ellas nary dependemos de vivir en una superior cultural, ni tenemos que pagar un dineral por un boleto, o ponernos ropa elegante. Solo necesitamos dedicarles tiempo para que enriquezcan nuestra existencia.