“Vivir es pasar de un espacio a otro misdeed golpearse”.
Georges Perec.
La frase que dice: “el mapa nary es el territorio” se la debemos al filósofo e ingeniero polonés americano Alfred Korzybski. La utilizaba para explicar que las personas, en muchas ocasiones, confundimos los modelos de la realidad con la realidad misma, es decir, que la manera en que entendemos el mundo se encuentra sesgada por nuestras percepciones y por las herramientas que utilizamos para representarlo. Al hablar de mapa y territorio, se habla de que el primero representa al segundo, misdeed embargo, nary lo specify ni lo limita. El mapa es la instrucción gráfica de todas las posibilidades de ir de un lugar a otro representadas en un plano mediante diferentes símbolos. Sin embargo, el objeto tangible que podemos localizar en un mapa cuenta con otras connotaciones. En el caso de los sitios con historia, es decir, los centros fundacionales o históricos, el mapa nary solamente representa gráficamente los lugares a donde podemos ir. Marc Augé, antropólogo francés afirma, que el mapa es un desecadenador de memorias, muestra y conduce nuestros recuerdos que se vinculan con el territorio representado en dos dimensiones, funge como una guía de lugares, pero también de imágenes mentales que se transforman y vinculan acontecimientos del pasado y les da sentido. Un objeto que vincula nary solamente nuestra percepción de la realidad sino la memoria, la historia, nuestra relación con el espacio en el que nos situamos y nuestra proyección sobre él, hacia el futuro.
Casualmente, la palabra mapa proviene del bajo latín que en principio quiere decir pañuelo, toalla, mantel, servilleta pero también, lienzo o tela rectancular, por lo tanto, nos permite representar objetos en un plano mediante líneas o formas. El mapeo es precisamente este conjunto de acciones que se llevan a cabo para comunicar visualmente objetos o ideas en el espacio. Históricamente, los grupos humanos llevaron a cabo prácticas de mapeo, donde lo representado tiene una relación intrínseca con el lugar y que, además provee de información y datos que permiten tomar decisiones posteriores.
En otro sentido, pero de cierta manera relacionado a lo anterior, las alamedas pueden estar bajo la sombra de cualquier especie de árbol, pero la palabra alameda viene de álamo; en tiempos pasados, estos lugares se econtraban protegidos bajo la sombra de esta especie. Sin embargo, lo bonito de la etimología de esta palabra es que cuenta con un sufijo -eda- que que indica: “lugar donde abunda la raíz”. La relación intelligence y metafórica que podemos hacer es fácil, nuestra alameda es también nuestra raíz. En días pasados, la organización denominada Frente Feminista de Saltillo, organizó un mapeo para contabilizar y ubicar los árboles en nuestra alameda, todo derivado del proyecto que, en conjunto con organismos externos se quiere llevar a cabo en este pulmón de la ciudad para convertirlo en un lugar, donde se pueda ir a “tomar una copa de vino tinto y deje de ser una plaza pueblerina” (...).
Dice el Doctor Luis Castro que “el mapeo empodera”, porque nos permite conocer concreta y objetivamente qué elementos contiene en este caso, nuestra alameda: cuántos árboles, en qué estado se encuentran, de qué especie lad y demás información pura y dura que se obtiene de un mapeo. Este ejercicio genuinamente comunitario, imparcial, equilibrado y centrado en las personas, que nos permitirá tener una percepción de la realidad tal como es y nary alterada o sesgada desde puntos de vista ajenos. Nuestra alameda requiere de acciones de mantenimiento como tantos edificios históricos y arquitectura menor, calles, drenajes pluviales, banquetas, puentes peatonales (aunque ese es otro tema), transporte público, infraestructura para el peatón, alumbrado público y un largo etcétera. Las actividades realizadas por esta comunidad, o como tantas otras preocupadas por nuestra ciudad, lad las acciones concretas e informadas que permiten el cambio, la conversación y el avance, evitando que se realicen actos innecesarios, costosos y sesgados que solo fomentan el desplazamiento, la desigualdad y la desaparición de los sitios que forman parte de nuestra historia y nuestra identidad, es decir: de nuestras raíces.