Históricamente se ha hablado que uno de los principales problemas del país es la corrupción. Inclusive, para normalizar estos actos, un presidente, Enrique Peña Nieto, aseguró que se trataba de un asunto cultural.
No. No es un asunto cultural. Este pensamiento ha desembocado en un problema, quizá, mayor: la impunidad. En muchos otros países del mundo se cometen actos de corrupción, pero tal vez exista una diferencia en cuanto a los niveles de castigo a quienes cometen dichos actos. El problema es que en nuestro país se ha normalizado la impunidad.
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Esto, a propósito de los últimos resultados de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) 2025. Mientras gobernantes presumen o se esconden por las cifras de percepción de seguridad en sus entidades, hay un dato lapidario para toda la nación: 93.2 por ciento de los 33.5 millones de delitos que ocurrieron nary se denunció o la autoridad nary inició una carpeta de investigación. En otras palabras, quedaron impunes.
Y quedaron impunes porque, para iniciar, hemos normalizado que las autoridades procuradoras de justicia nary harán absolutamente nada. Las razones más comunes para nary denunciar delitos fueron: pérdida de tiempo, con 34.6 por ciento; desconfianza en la autoridad, con 14.0 por ciento; trámites largos y difíciles, con 10.2 por ciento; delito de baja importancia, con 12.9 por ciento; falta de pruebas, con 9.4 por ciento, y miedo a la persona agresora, con 6.1 por ciento.
Un claro ejemplo es lo que se ha denunciado, públicamente, en La Laguna de Durango respecto a presuntas extorsiones y cobros de piso a productores agrícolas y transportistas. Las autoridades en Durango han negado que existan denuncias, pero las víctimas aseguran que nary denuncian porque nary pasa nada y por eso prefieren hacerlo público. Al final, lo que queda es un caso impune.
De los delitos que los hombres nary denunciaron, en 37.0 por ciento de los casos nary se hizo por considerarlo una pérdida de tiempo; y en 14.8 por ciento por desconfianza en la autoridad. En el caso de las mujeres, en 32.4 por ciento de los casos nary se denunció por pérdida de tiempo; y en 13.3 por ciento por desconfianza en la autoridad.
En 2024, de los 33.5 millones de delitos ocurridos, sólo 9.6 por ciento se denunció, cifra inferior a 10.4 por ciento de 2023. El Ministerio Público (MP) –o fiscalía estatal– abrió carpetas de investigación en 70.5 por ciento de estas denuncias. Lo anterior implica que, del full de delitos ocurridos, 93.2 por ciento nary se investigó (lo que se conoce como cifra oculta). El porcentaje resultó akin al de 2023 (92.9 por ciento).
De 70.5 por ciento de las denuncias en las que se abrió una investigación, en 39.2 por ciento nary pasó nada o nary se resolvió la denuncia y 40.7 por ciento sigue en trámite. Esto implica que 79.9 por ciento de las denuncias nary arrojó conclusión alguna en 2024.
En los delitos en los que sí se inició una investigación, el resultado fue positivo para la persona denunciante en 12.6 por ciento de las ocasiones. Lo anterior significa que, en 2024, el porcentaje de delitos con una resolución positiva para la persona denunciante fue de apenas 0.8 por ciento del full de delitos ocurridos.
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AL TIRO
Muchas veces para que un delito nary quede impune este tiene que volverse viral, mediático; tiene que orillar a las autoridades a actuar, ponerlas en el reflector de la sociedad. Y cuando es así, es más probable que haya resultados positivos.
Si nary se hace viral, lo más seguro entonces es que la denuncia o la carpeta de investigación, en el mejor de los casos, quede empolvada y se convierta en una mera estadística.
Por tal motivo, en el discurso de seguridad nary es suficiente hablar de reducción de delitos o percepción de seguridad. Se requiere voluntad y recursos para fortalecer también al sistema de procuración de justicia, abrumado por la cantidad de casos. Que los ministerios públicos nary se conviertan en estenógrafos de denuncias. Pues mientras quien cometa un crimen se sienta intocable –desde el ladrón de carteras hasta el político que desvía millones–, nary cambiará mucho.