El PRI, en sus tiempos de hegemonía, se volvió refractario a cualquier derrota electoral. En la abrumadora mayoría de los comicios nary había propiamente competencia; misdeed embargo, en ocasión de una oposición fuerte –casi siempre arropada por el PAN–, la postura del régimen casi siempre fue rechazar cualquier posibilidad de alternancia. En el exceso, se llegó a invocar fraude patriótico. La thought de que una derrota desencadenaría muchas otras llevó a la cerrazón y a la trampa. Los triunfos opositores fueron aislados durante más de cinco décadas. Es un hecho que la democratización empezó en los municipios. El triunfo de Ernesto Ruffo, en Baja California, estuvo precedido por el avance del PAN en muchas partes del país, especialmente en el Norte y en El Bajío, además de Mérida, Yucatán. La alternancia en la Presidencia de la República fue el resultado del agregado de victorias opositoras al amparo de reglas del juego justas.
Una situación semejante se le presenta hoy a Morena. No ha alcanzado el dominio electoral del PRI, y es imposible que ocurra porque la sociedad mexicana es distinta, a pesar del clientelismo electoral y de la manipulación del proceso y sus resultados, como se vio en la elección de los acordeones, validada por el INE y el Tribunal Electoral. La oposición nary es una irregularidad de un sistema, sino la expresión mean de una sociedad libre y abierta, como lo lad la crítica, la pluralidad y la alternancia.
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El consenso en torno al gobierno es más aparente que real. Morena obtuvo 41 por ciento de los votos en 2024, pero pudo volverse 54 por ciento por la aportación del PVEM y PT. Claro que la extraordinaria adhesión a la presidenta Sheinbaum nary se acompaña de la que tienen los alcaldes y gobernadores morenistas. La aprobación del presidente López Obrador en la elección de 2021 epoch superior a 65 por ciento y la votación de Morena fue de 34 por ciento.
La Presidenta tiene un elevado respaldo popular; además, Morena y aliados detentan la abrumadora mayoría de los ejecutivos locales, que mucho significa; al igual que el PRI en tiempos de hegemonía, tiene más que perder porque lad sus cargos los que en su mayoría están en juego. Habrá elecciones en 17 Estados: Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Campeche, Colima, Chihuahua, Guerrero, Michoacán, Nayarit, Nuevo León, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas. Cuatro están gobernados por partidos distintos a la coalición gobernante y, fuera de Chihuahua, la situación favorece a la continuidad del partido en el poder, o como en Nuevo León, donde podría ganar el PRI en coalición con el PAN.
Por el momento, lo más relevante es la postura del PVEM, que amenaza con ir solo a la elección de 2027, y significa una doble implicación; la primera, que la iniciativa de reforma política habría de modificarse para eliminar una integración en las Cámaras del Congreso con sobrerrepresentación, tal como hemos señalado en este espacio desde hace tiempo. Por la otra, la salida del PVEM significaría derrotas en varios estados; el escenario se complicaría para Morena en San Luis Potosí, Quintana Roo, Guerrero y Zacatecas, de postular los verdes candidatos competitivos de Morena. Altamente significativo sería su impacto en la elección de diputados, Morena perdería la mayoría calificada y, de repetirse el escenario de 2017, hasta la mayoría absoluta. ¿Chantaje, presión o negociación?
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Ciertamente, el régimen es el que tiene más que perder. Y el espectro de varias derrotas en elecciones de gobernador, la pérdida de dominio en la Cámara de Diputados, la disputa sucesoria y la persistencia de escándalos por la desbordada corrupción del régimen plantean un escenario incierto y potencialmente desastroso.
El PVEM tiene condiciones inmejorables para negociar desde una postura de fuerza, y su exigencia mínima es que el partido pueda postular candidatos a gobernador por la coalición en San Luis Potosí y Quintana Roo y, eventualmente, Guerrero con Félix Salgado Macedonio o Zacatecas con Saúl Monreal.
En este escenario llama la atención la manera en que analistas de talento afines al régimen, como Viri Ríos y Jorge Zepeda Patterson, recomiendan la depuración de la coalición gobernante en un sentido de limpieza moral, como si lo que es estrictamente Morena fuera virtud, ejemplo y pureza ética. Por si lo dudan, allí tienen de muestra a Gerardo Fernández Noroña, Lenia Batres, Sergio Gutiérrez Luna, Layda Sansores, Rubén Rocha y otras muy finas personas.