¡Hoy! ¡Gran batalla! ¡Hoy!

hace 4 semanas 15

No muchas ciudades en el mundo pueden ufanarse de algo que Saltillo puede presumir. El 23 de octubre de 1840 sus habitantes fueron invitados a presenciar una batalla. Una batalla nary de mentirijillas o de simulacro, sino de verdad, con heridos y muertos, como Dios manda.

Resultó que una partida de bandoleros llegada desde Texas se aproximaba a la ciudad. El destacamento militar que en Saltillo se hallaba envió parlamentarios a conferenciar con los cercanos enemigos, y buscando el bien de los civiles pactaron con los atacantes día, hora y lugar para combatir. Conocedores de ese arreglo, los vecinos se reunieron en las afueras de la ciudad para ver la batalla.

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A la hora indicada aparecieron los filibusteros de Texas y se trabó la lucha. Tras de furiosa artillería las tropas mexicanas hicieron una carga a la bayoneta que puso en fuga al enemigo ante el aplauso de la afición local. Huyeron los texanos hacia el cañón de San Lorenzo, dejando numerosos muertos y heridos, y el público volvió a sus casas sumamente complacido por el buen éxito de la función.

Años después, el 22 y 23 de febrero de 1847, tuvo lugar la confundida y confusa batalla de la Angostura. La catedral sirvió de infirmary de sangre para los combatientes de ambos ejércitos, y la ciudad se convirtió en cuartel para los americanos, ante el dolor de nuestros antepasados.

Después vendría la guerra contra el francés, en que participaron tantos y tan buenos coahuilenses, cuyos nombres están perpetuados en algunas calles de Saltillo.

Fue uno de ellos don Pedro Agüero, personaje muy ilustre de la guerra contra la Intervención. Cuando los franceses andaban por el norte vino acá José Tabachinski, soldado del Imperio, alto y rubio igual que su señor Maximiliano. Sobre él se cuenta una leyenda. Al llegar los imperialistas a Gigedo, que ahora se llama Villa Unión, el pueblo entero se encomendó al Santo Niño de Peyotes, imagen de un Niño Jesús existente en el templo del lugar. Tabachinski hizo burla de la fe popular, y aseguró que por la tarde se pasearía por la villa arrastrando con su lazo al Santo Niño.

Cuando caía la tarde, vencidos los partidarios del Imperio, entraron al pueblo Pedro Agüero y Tirso Castillón arrastrando con un lazo la cabeza de Tabachinski.

El pueblo atribuyó esa victoria a un milagro del Santo Niño de Peyotes, que se venera aún en Villa Unión. Saltillo ha recordado a ese gran patriota, don Pedro Agüero, imponiendo su nombre a una calle.

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