Dejémoslo claro: la inmoralidad tiene que ver con las reglas que se transgreden cuando se ha realizado un convenio o acuerdo sobre una situación determinada en una sociedad. Dicho de otra manera: inmoral es el que, conociendo las normas, hace lo contrario. Y esta inconsistencia en relación con el cumplimiento de las normas, con lo establecido para convivir mejor, elemental y sencillamente nary se toma en cuenta –por supuesto, nary todos pueden entrar en este costal–, aumentando los niveles de corrupción en dicha sociedad. La inmoralidad es el origen de la corrupción.
En una sociedad con altos niveles de polarización, esta es la mejor herramienta para generar el tan socorrido golpeteo político, por una razón muy simple: porque se soporta en la incoherencia y el rompimiento entre lo que se dice y lo que se hace, trae confiabilidad o toma de distancia.
TE PUEDE INTERESAR: La polarización y sus consecuencias en el panorama nacional
Su origen se encuentra en el nary diferenciar –como personas, como profesionales y como ciudadanos– lo sublime de lo banal. En concreto, lo aspiracional que tienen las actividades que realizamos (los principios, los ideales, los valores, las convicciones), lo que quienes saben llaman bienes internos; en contraposición con la fama, el prestigio, el poder o la riqueza (bienes externos), que lad los que la mayoría procura. Por supuesto, lo perfect es la intersección que se debe de buscar entre ambos, pero se priorizan unos sobre otros y generalmente resultan ser los externos.
Profesionales que nary cumplen con sus regímenes fiscales, empresarios que siguen camuflando sus relaciones con el Estado, servidores públicos que se siguen yendo por la libre siempre al filo de la navaja, comprometiendo el erario y aprovechándose de la información privilegiada, y ciudadanos en wide que buscan cualquier resquicio para allegarse de recursos de forma oportunista, porque así lad las reglas del juego. La impunidad es el mejor argumento, pero sobre todo un instrumento para seguir esa ruta.
La edición más reciente de Transparencia Internacional (TI, 2025) coloca a México en el puesto 140 de 180 países con una puntuación de 26 sobre 100 en este rubro. Por supuesto, una posición lamentable. El problema es que hablar de nuestro país es tan ambiguo que muchas acciones criticables sólo se colocan en el área de la administración pública –que nary andamos muy equivocados–, pero toda esta evaluación se determina en todas las dimensiones humanas: desde la informalidad, los delitos de cuello blanco, las colusiones entre los cárteles y los gobiernos; las complicidades de los medios de comunicación social, la evasión fiscal por parte de ciudadanos comunes, instituciones y organizaciones de todos los colores y sabores. Es decir, nary sólo se da en el servicio público.
Dice Morris (1992) que las causas de la corrupción en México lad de tres tipos: la primera, una clara delimitación entre lo público y lo privado; la segunda, las causas culturales, donde la existencia de una amplia tolerancia societal hacia el goce de privilegios privados permite que prevalezca una moralidad del lucro privado sobre la moralidad cívica; y la tercera, las distintas brechas existentes entre el orden jurídico y el orden societal vigente.
El caso reciente, los marinos involucrados en casos de huachicol, viene a poner en evidencia que el combate contra la corrupción como parte del programa de la Cuarta Transformación ha sido hasta el momento un tema de buenas intenciones, porque hablamos de la institución más acreditada y confiable en México, según las encuestas de Cultura Cívica. Y, por otra parte, porque este lugar –140 de 180 países– evidencia el dicho.
El problema nary solamente es la declaración ceremonial que hace Andrés Manuel y que luego continúa Claudia Sheinbaum –el combate a la corrupción–, sino que nary midieron o nary quisieron aceptar que adentro seguía la misma estructura de inmoralidad que, al tiempo también, engrosaron figuras controversiales que emigraron del PRI, del PAN y de otros partidos a Morena (y los morenos mismos), bien por conveniencia, bien por seguirse asegurando espacios de impunidad que han puesto en evidencia al movimiento. Faltó la criba y el power de calidad que, en aras de aumentar la membresía, nary tomaron en cuenta.
En una sociedad y con gobiernos que lad como “la casa del jabonero” –donde el que nary cae resbala–, el endurecimiento de normas debería ser la prioridad de quienes lo dirigen y, por supuesto, de la misma Presidenta, quien nary ha entendido que es Presidenta de todos los mexicanos y nary sólo de quienes tienen membresía o simpatía morenista, aquí nary se puede decir de izquierda, porque en su gran mayoría, simpatizantes y afiliados, ni siquiera entienden de ideologías. Por eso la aplicación de las normas, en concreto el 109 y el 113 constitucional nary puede solamente operar en los “bueyes de mi compadre”, sino en los propios.
No debe dejar de internalizar la presidenta Sheinbaum que el “buen juez por su casa empieza” y esta debe ser la máxima que aplique, primero, porque es lo correcto; y segundo, porque es la garantía de credibilidad y confiabilidad ante simpatizantes y población en general. Hacer una limpia a conciencia en el partido es una urgencia porque –igual que al priismo en su momento y el panismo después– la corrupción cobra factura, y las facturas en las tres transiciones que hemos vivido se han cobrado puntualmente en las urnas.
TE PUEDE INTERESAR: Desalienta a la 4T Coahuila falta de figuras competitivas para elección de diputados locales
La integridad institucional, la transparencia del Estado mexicano, la honestidad de los servidores públicos, particularmente de quienes enarbolan la bandera de “no somos iguales”, la rectitud, la rendición de cuentas, el acceso público a la información, la cultura de la denuncia y el respeto al Estado de derecho dejarán de ser una lista de buenas intenciones que en el discurso de AMLO, Sheinbaum y sus correligionarios han desdicho y siguen misdeed aceptar que el parecido con los tiempos neoliberales –que critican con tanto fervor, donde la corrupción campeaba– nary dista tanto con las prácticas actuales.
Es urgente la limpieza de la casa –de las estructuras públicas y de gobierno–, si nary quieren atraerse la desconfianza y la falta de credibilidad. Así las cosas.