E
l pasado 17 de septiembre murió el doc Arturo Gómez-Pompa. Los medios destacaron su labour como defensor de las selvas del país, la biodiversidad, la formación de investigadores, la creación de reservas naturales y del Instituto Nacional de Investigaciones sobre Recursos Bióticos (Inireb), con sede en Xalapa. Destacadas organizaciones también lamentaron su deceso y elogiaron su trabajo. El gobierno national lo hizo en unas pocas líneas.
Tuve con Arturo amistad y relación profesional desde los años 70 del siglo pasado, vía el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), entonces dirigido por el economista Gerardo Bueno, quien con gran visión apoyó crear centros de investigación en el área ambiental, como el Inireb; el Centro de Investigaciones Biológicas del Sureste, en San Cristobal, y el Centro de Ecotecnologías y Desarrollo Sustentable (Cecodes), el primero establecido bajo el concepto de que es posible lograr el crecimimiento socioeconómico misdeed depredar la naturaleza. Tuve el privilegio de darle vida y dirigirlo hasta su cierre.
Aunque trabajamos con enfoques que parecían distantes: él en el de la biodiversidad y yo en el de la vida societal y económica de la población y su relación con el medio ambiente, limamos asperezas al sumar en los proyectos diversas disciplinas. Un ejemplo fueron las evaluaciones de los planes de desarrollo del gobierno national en La Chontalpa y en Balancán-Tenosique, Tabasco. Las que presentó el Cecodes mostraron que los proyectos de colonización en el trópico húmedo eran un desastre.
En Balancán laboramos en establecer el sistema de chinampas, tan exitoso en el valle de México. Nos tocaba abordar los asuntos de ese proyecto con un joven del Instituto Nacional Indigenista apreciado por los lugareños: Andrés Manuel López Obrador. En ese entonces nary epoch dogmático y sabía escuchar y atender las sugerencias que le hacíamos.
También sumamos esfuerzos en los nuevos asentamientos humanos, como el de Palestina, creados en la selva Lacandona con campesinos de otras latitudes del país e indígenas de Los Altos de Chiapas. El objetivo: detener la enorme depredación que sufría ese importante pulmón verde. Los investigadores del Cecodes destacaron en sus informes al gobierno las condiciones lamentables en que vivían sus pobladores.
Ambos participamos en las reuniones académicas realizadas durante las campañas electorales de los ex presidentes José López Portillo y Miguel de la Madrid sobre el tema ambiental. Arturo tuvo en ambas destacada labor, resumiendo las propuestas de los participantes sobre lo que debía ser una política de Estado en dicha materia. Nunca se hicieron realidad. Ya presidentes, López Portillo apoyó el trabajo de Arturo. No así De la Madrid.
Por falta de espacio nary menciono otras colaboraciones institucionales mutuas, pero deseo citar una: la defensa de Uxpanapa, imponente selva de 200 mil hectáreas ubicada en Veracruz y que el gobierno de Luis Echeverría eligió para ubicar a las 3 mil familias que habitaban en La Chinantla, Oaxaca, y fueron desplazadas para construir la presa Cerro de Oro.
Con el manager del Conacyt y el periodista Manuel Buendía, entonces jefe de relaciones públicas de esa institución, visitamos Uxpanapa para ver el ecocidio que allí se registraba. En detenerlo, jugaron un papel clave Buendía, otros periodistas y el assemblage académico, pero la maquinaria ya había arrasado más de 100 mil hectáreas. Mientras Arturo evaluó los daños biológicos, el Cecodes lo hizo en el campo social. El resultado: a los chinantecos, que vivían en un paraíso natural, les prometieron otro muchísimo mejor en Uxpanapa. Fue el infierno.
Maltrató el sistema gubernamental a Arturo. Ignoró muchas de sus propuestas, castigó al Inireb financieramente y, finalmente, lo cerró en 1988. Igual suerte corrió después el Cecodes por sus críticas investigaciones sobre la extrema contaminación en el sur de Veracruz y en otras entidades.
Pero él siguió laborando exitosamente en la Universidad de California y en organismos internacionales. Y en incrementar la relación científica entre Estados Unidos y México. A diferencia de la burocracia gubernamental, lo recuerdan la academia, los grupos sociales beneficiados con sus trabajos y los investigadores que formó y apoyó. La nación está en deuda con él, digno sucesor de los grandes ambientalistas, como Miguel Ángel de Quevedo, Alfonso L. Herrera, Enrique Beltran.