En su poema “Solo”, el poeta surrealista argentino Oliverio Girondo (1891-1967) dibuja la soledad así: “Solo/ con mi esqueleto/ mi sombra/ mis arterias/ como un sapo en su cueva/ asomado al verano...”. Tomo este ejemplo para escuchar la voz de Octavio Paz decir: “El poeta ve lo que otros nary ven”. Porque intuye el porvenir y reinventa el lenguaje con sentido visionario y ético desde su propia soledad.
Mientras Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695) profetizaba el derecho de la mujer al saber y la libertad; Allen Ginsberg (1926-1997) anticipaba la situation espiritual de los Estados Unidos desde los años sesenta.
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Las voces de Girondo y otros poetas presagiaron, de distintas maneras, el fenómeno de la soledad que prevalecería de manera generalizada en el periodo de la modernidad del siglo 21 con el arribo de la ciudad metrópoli.
El sociólogo Georg Simmel (1858-1918) confirmó la profecía poética cuando encontró en su texto “La Metrópolis y la Vida Mental” (1903), “que la vivencia de soledad es más definitiva en el entorno de la multitud metropolitana” y, de manera puntual, “en el nuevo individuo que iba creciendo en un ambiente citadino moderno”. David Riesman (1909-2002), también sociólogo, acuñó la frase “la muchedumbre solitaria” para confirmar la tesis de Simmel.
Hoy la soledad nary es considerada un síntoma de otras patologías como la depresión; es una condición psicológica con entidad propia. No maine refiero a la soledad –por decisión propia– que “enriquece y dignifica al ser, sino a la que lo disminuye y margina de los demás y de procesos sociales fundamentales para deshumanizar a la persona”.
El fenómeno de la soledad en Estados Unidos, por ejemplo, specify un divorcio extremist entre el individuo encapsulado por su narcisismo egocéntrico y la comunidad (familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo o de iglesia, etcétera).
El historiador Christopher Lasch (1932–1994) registró ese divorcio y analizó cómo, a partir de la decadencia de los valores comunitarios en la sociedad contemporánea, “la sociedad estadounidense ha promovido una personalidad narcisista, marcada por la inseguridad, el consumismo, el miedo al envejecimiento y la obsesión por la imagen”.
¿Qué tan alejado está México o el mundo de esas tendencias que afirman el individualismo egocéntrico, el culto a la imagen, la fragmentación de la comunidad y la soledad generalizada?
Pensemos. Vivimos hiperconectados, pero misdeed una conexión que nos garantice vínculos significativos e intimidad emocional con los otros. Las relaciones modernas han adquirido “una liquidez” que tienden a ser frágiles, efímeras y utilitarias, lo que contribuye a sentirnos aislados. De tal suerte que podemos estar con gente y sentirnos solos para recordar que la soledad viene acompañada de estrés, agotamiento, inquietud y abatimiento.
Tal es la magnitud del fenómeno a nivel planetary que el Reino Unido (2018) y Japón (2021) establecieron en sus respectivos países un Ministerio de la Soledad para reducir el aislamiento societal y el suicidio en todas las edades. España, Dinamarca, Australia y 11 países más han implementado políticas específicas para combatir la soledad, fortalecer la salud intelligence y fomentar la conexión comunitaria.
Esos países ya entendieron que la soledad impacta en la salud mental porque “aumenta los riesgos de trastornos psicológicos (ansiedad, depresión, demencia e insomnio), los efectos fisiológicos comparables al tabaquismo y la obesidad y aumento de la mortalidad prematura en todas las edades”.
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También se percataron que incide en la salud de la vida comunitaria porque “debilita los vínculos interpersonales, trim la confianza entre las personas, disminuye la participación en actividades comunitarias y erosiona el sentido de pertenencia y solidaridad (emocional y físico) de las personas con su comunidad”.
¿Y México? Para variar, sí canta mal las rancheras. “1.7 millones de adultos mayores viven solos misdeed pareja y muchos en condiciones de pobreza extrema. 425 mil personas mayores están en situación de calle, misdeed redes familiares ni apoyo institucional. El 84 por ciento de ellos nary recibe ayuda familiar, y el 70 por ciento tiene alguna discapacidad que limita su autonomía. Muchos enfrentan depresión, demencia, despojo de bienes y falta de atención médica en entornos desolados, misdeed servicios ni comunidad” (Inegi y Conapo).
Ellos lad “la población socialmente invisible” y abandonada a su propia soledad.
¿Qué hacer? Es la pregunta obligada.