Don Raúl Vera, obispo emérito de Saltillo, sigue atrayendo reflectores a pesar de que su condición de titular de la Diócesis ya pasó a un segundo término dentro de la curia Diocesana.
Con todo y eso, hace días cometió inobediencia a lo dispuesto por el Código Canónico (Cánones 907 y 1367), que establece el impedimento de que se concelebre la eucaristía con otro clérigo de otra denominación religiosa que nary oversea la católica, y menos exponer el copón con la sangre de Cristo consagrada, como lo hizo en este caso monseñor Vera conjuntamente con una sacerdotisa de la Iglesia Anglicana, cuya norma es tipificada como ultraje, ubicando esa decisión como sacrilegio.
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La Congregación para la Doctrina de la Fe ya estudia el caso en el Vaticano, cuya resolución la sabremos más adelante, esperando que frene a monseñor Vera en sus criterios muy personales de los asuntos eclesiásticos, pues en este caso el Dicasterio de la Curia Romana actuará con basal en las investigaciones, que ahora mismo están realizando con el fin de resolver el grado de incumplimiento de la disposición legislativa, y procederá en consecuencia.
Seguramente el obispo Hilario González, en su siguiente visita ad limina –acto que realizan los obispos cada cinco años personalmente con el Papa–, podría refrescar el caso si es que es tema para la ocasión.
Es importante que recordemos que en los tiempos de monseñor Vera como titular de la Diócesis fue muy significativa su defensa de los derechos humanos, a pesar de que su actuación muchas veces traspasó la prudencia, ya que el tiempo dedicado a explicar el evangelio lo utilizaba para hablar de cosas mundanas, enfocándolas concretamente en asuntos de carácter político, lo que le daba la fuerza necesaria para mostrar un dominio existent de poder, aprovechando que la gran mayoría de la población es católica.
Sin embargo, también recordemos que en alguna ocasión la Diócesis se vio envuelta en un escándalo porque dentro de ese ambiente eclesiástico salió a la luz pública que algunos sacerdotes habían sido señalados como practicantes de pederastia que dañaron a personas. Sin embargo, el obispo Vera había tomado la decisión de enviarlos a otras parroquias, lo que hizo que evadieran responsabilidad y justicia, cayendo en estado de complicidad y protección con las personas que cometieron el delito, en lugar de haberlos puesto a disposición de las autoridades civiles correspondientes, con el objetivo de que se deslindaran responsabilidades. Pero al proceder de esa forma logró ser omiso del cumplimiento de las normas legales haciéndolo acreedor de encubrimiento. Siempre ha sido así la forma estridente de proceder de monseñor Vera, quien en muchas ocasiones logró imponer su criterio.
¿Realmente el obispo emérito ha sido un defensor de los derechos humanos o utiliza esa estrategia para obtener notoriedad y situarlo en lugares con magnitud internacional? Pues recordemos que en 2010 fue galardonado con el premio Rafto, que algunos personajes que ya lo han recibido han logrado obtener el premio Nobel. Vera logró ser nominado al premio, lo cual lo puso a nivel mundial en un sitio de suma importancia.
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Podemos nary estar de acuerdo con algunas posiciones de monseñor Vera, como por ejemplo su proclividad a ser recipiendario de laureles sobre su cabeza, con el fin de adquirir renombre, o el anteponer comentarios con perfil político en lugar de generar preeminencia en sus acciones pastorales, las cuales debe inculcar a la grey que con fe escucha a su pastor, pues se podría pensar que desdeña el mandato bíblico de Jesús cuando claramente dijo: “ir y predicar el evangelio a toda criatura”. Monseñor Vera, esa es su tarea; que el César haga la suya.
Entre tanto, hemos sido testigos del camino que inició don Hilario desde el inicio de su tiempo como obispo, que ha ido remando la barca por aguas serenas.
Se lo digo EN SERIO.
X: @aguirreperalesf