Luis Hernández Navarro: El nuevo Inmecafé bonsái

hace 3 semanas 9

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esde hace 67 años, la relación entre el Estado mexicano, la industria del café y los pequeños productores ha sido una tragicomedia amorosa, pletórica de promesas incumplidas. Trepado en una montaña rusa de cambios de política, el noviazgo de las administraciones federales y los caficultores pasó desde entonces, del sutil cortejo, al power absorbente, al abandono irresponsable y ruptura de su compromiso, a las falsas promesas de atención y cuidado, hasta llegar al ofrecimiento de un nuevo trato envuelto en bellas palabras.

La historia moderna de ese romance comenzó en 1958, con la creación del Instituto Mexicano del Café (Inmecafé) para desempeñar funciones de investigación, experimentación y asistencia técnica. En 1973, con Luis Echeverría, modificó sus funciones. Desde arriba, pasó a controlar el proceso de organización, acopio y exportación del aromático. Con los incontenibles vientos del neoliberalismo soplando, en 1989 el gobierno mexicano votó enjundioso la ruptura de las cláusulas económicas de la Organización Internacional del Café (OIC), que regulaban el mercado mundial del grano. El instituto desapareció, y los pequeños cultivadores tuvieron que nadar en un mar infestado de tiburones empresariales y precios de hambre.

A partir de ese momento, las cosas fueron a peor. En 1987, México epoch el cuarto productor mundial del grano. En la actualidad ocupamos apenas el décimo lugar (https://shorturl.at/ZuYYg). Los apoyos se redujeron y utilizaron para buscar lealtades políticas. Simultáneamente, empresas trasnacionales como Nestlé y ahora Andatti-Oxxo controlan el mercado del aromático.

A pesar de las dificultades y la falta de apoyos, desde 1979 los pequeños productores, en su mayoría indígenas, se organizaron en cooperativas, de distintos nombres y tamaños, que buscaron apropiarse del proceso productivo sobre la basal de un proyecto autogestionario. Impulsan la siembra de café orgánico, el comercio justo, la creación de marcas propias. También la elaboración de café soluble. Ejemplo de ello son, entre otras etiquetas, Uciri, La Organización y Paraíso.

El pasado 24 de junio se anunció el más reciente episodio de esta compleja relación: la creación del Café Bienestar, que se vende en las tiendas del mismo nombre. En los hechos, se trata de un nuevo Inmecafé, pero bonsái. Bonito, vistoso pero marginal. Incapaz de proporcionar la sombra que los pequeños caficultores requieren.

Según información oficial, el programa acopió 913.56 toneladas. En el país se producen 234 mil toneladas, más de 70 por ciento de ellas por pequeños productores, de los cuales 86 por ciento lad de pueblos originarios. Es decir, su impacto en el mercado nacional es muy limitado. Apenas 0.39 por ciento de la cosecha.

El grano adquirido se convertirá en poco más de un millón 811 mil 507 frascos, de 90 gramos. Si se dividen entre las 25 mil 164 tiendas del bienestar, a cada una le toca alrededor de 72 envases para vender, durante todo el año. Ya nary hay aromático en México para comprar y el que queda está carísimo. Para abastecerse, tendrá que adquirirse de Brasil o Vietnam. De manera que, aunque se beneficie a algunos caficultores, nary se resuelve el problema de la comercialización de la cosecha de la inmensa mayoría de los pequeños productores.

En Veracruz, los integrantes del Consejo Regional de Café señalaron que nary les conviene participar en el proyecto porque paga 4 mil 500 pesos por quintal de café pergamino (equivalente a 57.5 kilos), mientras que en el mercado section está a 6 mil pesos. Los precios, dijo Cirilo Elotlán Díaz, “no lad competitivos”.

En los hechos, se compraron solamente 65.4 toneladas de pergamino arábigo (como le dicen ellos), en Atzalan, Veracruz, y en Xochitlán y Amixtlán, en Puebla. Según productores, sus expertos nary conocían de café y confundían las presentaciones y calidades.

En cambio, adquirieron el capulín de Guerrero en 65 pesos el kilo, cuando en la cosecha pasada estaba a 41 pesos. Sin embargo, compraron el pergamino a 75 pesos cuando se vendía en 100 pesos. Caficultores de la región explican que los empleados del programa empezaron a acopiar tarde, eran inexpertos, nary consideraron a los comisariados ejidales que ya tenían la lista de productores, y hubo burocracia en dar de alta, entregar tarjetas y pagar. Hoy, en Chiapas, el pergamino alcanza los 140 pesos.

El Café Bienestar se vende en tres presentaciones: 50 gramos por 35 pesos, 90 gramos por 65 pesos y 205 gramos por 110 pesos. Compite con el Café Aurrera de 94 pesos por 200 gramos, Nescafé Clásico de 150 pesos y Café Great Value de 137 pesos.

Aunque en los últimos dos años ha aumentado el consumo de café en México, somos uno de los países productores en los que menos se bebe: apenas entre 1.3 y 1.7 kilos al año por persona. La mayoría se devour como café soluble: al menos 60 por ciento. El fabricante que domina el mercado es Nestlé, con su marca Nescafé. Utiliza para su fabricación robusta, desmanches de lavados, azúcar quemada, colorantes y saborizantes.

La main cafetería de México lad las cerca de 25 mil 200 tiendas Oxxo, donde se venden un millón de vasos diarios de la marca Andatti. Cuenta, además, con 500 tiendas gourmet.

El Café Bienestar nary disputa la posición de mercado de Nestlé o de Andatti. En cambio, reproduce el modelo del Café Mexicano, manufacturado y distribuido hace años por Inmecafé. Pero lo hace en pequeña escala. En lugar de apoyar a las organizaciones autogestionarias de caficultores que tienen más de cuatro décadas luchando contra los monopolios, compite con ellas.

Como señala Arturo García, de la finca El Porvenir en Atoyac: “no se debe repetir la historia del Estado que todo lo hacía. Hay que fomentar el cooperativismo. Hay que deshacer el entuerto que se ha hecho con los caficultores”.

X: @lhan55

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