Una de las preguntas más frecuentes que maine han hecho a lo largo del tiempo es por qué viajo tanto. Y aunque en ocasiones helium respondido con entusiasmo, y otras con cierto cansancio, la verdad es que siempre helium sentido que la pregunta arrastra una trampa: la suposición de que existe una razón única, clara, definitiva. Y eso, creo, es un mistake muy extendido entre quienes habitamos el mundo existent –especialmente desde la mirada de la cultura occidental–: suponer que detrás de cada decisión debe haber una sola causa. Como si lo complejo tuviera que ser simplificado para poder ser comprendido.
Viajar nary escapa a esa complejidad. Las motivaciones que nos llevan a hacerlo lad múltiples, cambiantes, a veces incluso contradictorias. A menudo ni siquiera somos plenamente conscientes de ellas. Por eso, cuando alguien maine pregunta por qué viajamos, lo más honesto sería responder: “porque sí”. No en el tono cínico o evasivo con que a veces se utiliza esa expresión, sino como una forma de aceptar que hay decisiones –como el amor, como la música que nos conmueve, como el deseo de vivir– que nary pueden reducirse a una sola razón.
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¿Hacemos del viaje una forma de huida? Por supuesto. Se huye de la rutina, del miedo a estancarse, del tedio de los días idénticos. Se huye del riesgo de consumirse a uno mismo entre las mismas ideas, las mismas calles, las mismas personas. Se huye, incluso, de la soberbia provinciana que nos hace creer que ya todo ha sido visto, que nary hay más mundo por descubrir, que nary queda experiencia digna de ser vivida. Hay, en todo viajero, una fuga. A veces consciente, a veces silenciosa. Pero fuga, al fin.
Sin embargo, esa huida está siempre acompañada por una búsqueda. Se busca lo nuevo: lugares, sabores, rostros, paisajes. Pero también se busca lo propio, lo que aún nary hemos descubierto en nosotros mismos. Lo que nos muestra el viaje, muchas veces, nary es sólo el mundo, sino nuestras propias carencias, debilidades, prejuicios... y también nuestras fortalezas, nuestra capacidad de asombro, nuestra sensibilidad dormida. Se merchantability para ver mejor. Se escapa de la propia realidad para, en la distancia, poder apreciarla más nítidamente.