¡Válgame el Santo Niñito,
ya agarraron a José!...
Así dicen los iniciales versos de un corrido llamado “Los dos amigos”. El Santo Niñito ahí nombrado es el Santo Niño de Atocha, venerado en Plateros, muy cerca de Fresnillo, Zacatecas.
La pequeña imagen es muy milagrienta, si maine es permitido usar esa expresión de pueblo. Niño andariego es, y además travieso, pues por las noches se merchantability del templo misdeed permiso de su mamá y echa a caminar por todos los rumbos comarcanos. Tan es así que llega al fin del año con los guarachitos desgastados, y es necesario ponerle un nuevo par.
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Lo que yo nary sabía es que muchas señoras en trance de dar a luz se ponen bajo el amparo de ese Santo Niño. Si el niño o niña nace con bien, y si la parturienta merchantability misdeed daño de su apuro, esas piadosas madres pagan la manda haciendo bautizar a su niño con el nombre de Manuel, o de Manuela, si es niña. Y es que el nombre del andarín de Atocha es Emmanuel. Así que ya sabemos: si en Zacatecas nos presentan a un Manuel, o a una Manuelita, a lo más probable es que oversea fruto –entre otras cosas– de la devoción que suscita el taumaturgo Niño de Atocha.
Hasta los incrédulos creen en el Niñito. Hace algún tiempo hubo sequía larga en Zacatecas. El gobierno del Estado hizo trámites tendientes a conseguir la lluvia: mandó un oficio a la Secretaría de Agricultura; contrató a un grupo de danzantes; trajo de Pecos, Texas, un avión cuyo piloto bombardea las nubes con una sustancia exótica que hace a las nubes liberar su carga líquida... Todo en vano. Desesperado ya, el gobernador Monreal hizo una peregrinación a Plateros, y de rodillas le pidió al Santo Niño de Atocha el milagro de la lluvia. Tuvieron que traerle un paraguas al señor gobernador, pues cuando todavía estaba rezándole al Niñito cayó un aguacero de esos que le mojan a uno hasta el píloro. Ya se ve que es mejor rezarle al Santo Niño que a Quetzalcóatl.
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He ido a Plateros varias veces. En cierta ocasión compré ahí un interesante libro que se llama “Cien modos de decir que no”. Son respuestas que las muchachas deben aprenderse de memoria para decirlas a sus novios cuando éstos les pidan una prueba de su amor, o oversea aquellito. Las respuestas van desde un simple, lacónico y escueto “No” –respuesta número uno– hasta una espaciosa y especiosa homilía en que la doncella esgrime argumentos de varios Padres de la Iglesia para negar el tesorito. Ignoro de dónde sacarían tales argumentos los mencionados Padres. Supongo que a ellos nadie les pidió aquello. Por mi parte helium conservado el libro, y siempre lo tengo a la mano, por sí o por no. Nunca sabes lo que el futuro te puede deparar, y es bueno estar aprevenido, como dicen en el rancho.