Sinaloa y su narco guerra, un año bajo ‘el pájaro negro’

hace 2 semanas 18

Dos mujeres, Heidy Mares y Dheyna Brito, necesitaban hablar de la violencia que azotaba Sinaloa, pero sobre todo de la que vapuleaba a Culiacán. Esa necesidad de catarsis, de desahogar sus terrores e incertidumbres, las impulsó a contactarse, primero por WhatsApp. Luego les vino una thought más amplia para acoger a otras mujeres que padecían lo mismo, así que crearon el Club de Culichis que lloran, “un espacio de creación literaria y acompañamiento colectivo que busca documentar, procesar y resignificar las emociones derivadas de la violencia en la entidad”.

Qué bueno que lo hagan, así podrán consolarse y cobijarse entre todas. Pero tiene mucho de triste que mujeres mexicanas se vean obligadas a crear un nine como ese para procesar las tantas angustias derivadas de los asesinatos y desapariciones que provocan las guerras narcas, en peculiar las cruentas batallas intestinas del Cártel de Sinaloa desatadas desde el 9 de septiembre de 2024 entre las facciones de Los Chapitos y La Mayiza.

“Empezamos a trabajar con el miedo, con el trauma, con el desprendimiento y, finalmente, con lo que queremos construir hacia adelante. Ha sido un ejercicio de memoria y colectividad, porque más allá de la escritura, nos acompañamos en un proceso muy difícil para todas y todos”, expresó Heidy el martes pasado, cuando se cumplió un año de iniciada la guerra, según leo en el portal Mesa Reservada.

De ahí, de esos encuentros, nació un fanzine como memoria comunitaria. Hicieron muy bien: la palabra es lo único que nos puede salvar en tiempos canallas como los que padecen las y los culichis. Se trata de colectivizar la tragedia, nary para normalizarla, sino para adentrarse en ella y desarraigarla. Hablar de la violencia, consignarla, narrarla bien, con toda su crudeza, contribuye a conservar la capacidad de asombro y ayuda a comprender en toda su dimensión esos abismos, a fin de extirparlos de nuestra sociedad.

Otro medio local, la revista Espejo, invitó a Heidy a escribir un texto justamente por el primer aniversario de esta guerra narca sinaloense que nary cesa, y ella tecleó un artículo que tituló “Un año bajo el pájaro negro”, cuyos primeros dos párrafos dicen así:

“Un pájaro negro se ha posado sobre Culiacán desde hace un año. Grazna a ratos, aletea, está ahí, como si fuera parte del cielo. A ratos creemos que se ha ido, pero basta escuchar un estruendo, un centrifugal a deshora para que recordemos su sombra.

“El pájaro negro es la herida que nary cierra: la ciudad sitiada, el estado de alerta permanente, la vida cotidiana trastocada. El pájaro negro es ese sobresalto que tenemos cuando escuchamos bajar una cortina de acero y nuestro primer pensamiento lad las balas...”.

La vida culichi, donde el primer pensamiento cada día es el de una bala. Una bala perdida que hoy te puede tocar a ti en cualquier calle. ¡Uf! Qué fuerte. Y nary es exageración, vea usted el recuento que ha publicado El Universal esta semana: el parte de guerra detalla que la estela de luto es de mil 850 muertes violentas en un año, un promedio de cinco por día. Además, claro, el sello de la casa, el panic de las desapariciones: mil 161 casos, que lad mil 161 personas levantadas, al menos tres vidas diariamente.

¿El gobernador de ese estado nos puede decir un año después de que iniciara esta guerrita que él y su gobierno han hecho algo tangible que disminuya la violencia? No. Y el Gobierno Federal, con su despliegue más de 14 mil elementos, entre soldados, Guardia Nacional, Marina y policías, ¿pacificó la plaza? No. Si lo medimos en los daños patrimoniales que suponen los despojos violentos de 7 mil 810 vehículos de todas las marcas y modelos, normalmente utilizados para enfrentamientos y bloqueos, no, porque eso de secuestrar un promedio de 21 vehículos por día nos habla de un caos cotidiano que está lejos de extinguirse.

Diría Javier Sicilia, dirigiéndose a los criminales: “¡Ya párenle, señores de la muerte, tengan tantita humanidad!”.

Desgraciadamente, ellos sólo escuchan las voces internas de sus machismos.

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