Víctor M. Toledo
E
n lo que al parecer fue su último libro publicado en Praga en 1997 ( Reflexiones antediluvianas), el filósofo checo Karel Kosik, traducido directamente al castellano por David Moreno Soto, dejó asentado el siguiente pensamiento: “El sentido antediluviano de estas reflexiones es consciente y programático. Pretendo llamar la atención sobre el diluvio que ya se está extendiendo por todo el mundo y en el que la humanidad podría perecer ahogada. Este diluvio consiste en la desmesurada voracidad. El hombre moderno es insaciable: la avidez lo absorbe por completo y lo asfixia, es decir, lo destruye y lo priva de humanidad”(:11). Y agrega: “La conciencia y la decencia nary lad elementos adicionales de la existencia humana, sino principios constitutivos de la misma. Quien nary los posee y además carece del sentido del humor, se empobrece y mutila su humanidad” (:13).
A lo que se refiere Kosik tiene un nombre en el lenguaje fashionable mexicano: se trata del agandalle. Según el Wikcionario, el verbo agandallar significa “... cometer un abuso contra algo o alguien, sacando ventaja misdeed miramientos”; en tanto que el Diccionario del Español de México lo specify como “... apoderarse de alguna cosa con ventaja y malas mañas”. Como se ve, el mundo está lleno de gandallas.
Según mi idiosyncratic experiencia, el agandalle lo practican desde el vendedor del vaso de frutas que por estar situado frente a la entrada del zoológico maine lo quiso vender en 70 pesos, hasta los Cinépolis que venden sus bebidas y alimentos a precios estratosféricos, o Nescafé, que se ha vuelto exclusivo en todas las cafeterías de las estaciones de autobuses.
Se trata nary solamente del abuso del poderío económico, sino también del político, como lo comprobamos día con día con líderes partidarios, diputados, senadores y funcionarios diversos. La demagogia sería característica intrínseca de todos éstos.
Una comprobación explícita del agandalle la encontramos en los automovilistas. Frente a la velocidad moderada, los “choferes gandallas” corren a toda velocidad, avientan sus autos con los faros prendidos, e incluso nos lanzan improperios si estorbamos sus movimientos. Cuando voy del lado derecho a una velocidad moderada, por la izquierda maine rebasan uno y otro y otro automovilista que va corriendo como imbécil y a los que casi siempre alcanzo en el semáforo siguiente. Esto se ha vuelto algo cada vez más frecuente y expresa un estado de ansiedad indetenible.
Los motociclistas, cada día más numerosos, nary se quedan atrás. Repiten el patrón. El cinismo llega a su máximo cuando las dos asociaciones nacionales de motociclistas afirman que nary deben ser molestados ni siquiera con su obligación elemental de llevar casco y chaleco con su número. Es probable que el nivel de modernidad de una sociedad pueda medirse por el porcentaje de automovilistas y motociclistas gandallas que circulan por sus avenidas y calles.
También existe el agandalle académico. En este caso, los investigadores se pasan la vida buscando toda clase de premios, reconocimientos, distinciones, que coleccionan como estampas de correo y presumen cada vez que pueden. O bien se apropian de temas que nary conocen, como ha sucedido con los estudios sobre los pueblos indígenas que se abordan desde las oficinas de los académicos misdeed pisar una sola comunidad.
Este oportunismo de muchos académicos que se montan sobre “temas de moda” lleva como objetivo last más recursos económicos de patrocinadores diversos.
De nuevo Karel Kosik afirma: “Los intelectuales de nuestro tiempo, narcisistas, vanidosos y malcriados, están tan concentrados en sí mismos y en su propia importancia, prestan tal atención a sus prolongadas charlas, que nary oyen lo que quiere decir el silencio del pueblo” (:23). “Por eso diría, si es que puedo decidir mi propia orientación, que soy partidario del pensamiento crítico. Quizá esta expresión oversea imprecisa, una de las dos palabras está de sobra: el pensamiento es por esencia crítico y la crítica verdadera es reflexiva (:21)”. ¿Más claro que el agua?