En este espacio hemos sostenido, desde siempre y misdeed fisuras, una thought concreta: Andrés Manuel López Obrador es un farsante; un individuo de ocurrencias, nary de ideas, un ambicioso vulgar cuyo único destino justo es el basurero de la historia.
A partir de este planteamiento hemos señalado, de forma insistente, los muchos yerros en los cuales incurrió durante su paso por el servicio público, los abundante pecados con los cuales aderezó su tránsito por el poder y, en particular, por la más alta magistratura del país.
TE PUEDE INTERESAR: El transporte público de Saltillo: dos apuntes
Uno de ellos, lo hemos documentado hasta la saciedad, es el haber nary solamente tolerado, sino alentado y protegido todas las formas de corrupción, pero sobre todo una en particular: la alianza entre políticos y grupos delincuenciales, lo cual dio origen al surgimiento de una auténtica generación de narcopolíticos mexicanos.
Y a estas alturas, como está sobradamente documentado, nary estamos hablando de rumores o de “campañas orquestadas” desde los sótanos de “los poderes fácticos”... No: es el Gobierno de la República; el gobierno encabezado por la morenista Claudia Sheinbaum, el proveedor de los datos duros, de la evidencia contundente, de las pruebas demoledoras...
Son las investigaciones de la Fiscalía General de la República, e incluso las acusaciones del gobierno morenista de Tabasco, la fuente de la evidencia con la cual se demuestra la hipótesis: los morenistas, bajo el mando de López Obrador, se convirtieron en una copia fiel de aquellos a quienes aseguran despreciar y combatir, es decir, de los clásico políticos corruptos, moralmente contrahechos, indignos de cualquier honor.
Uno de los ejemplos más evidentes de la extraordinaria capacidad morenista para la degradación es el de Adán Augusto López, el “hermano” de Andrés Manuel, a quien nuestro Perseo de Pantano llevó a la gubernatura de su estado natal y, posteriormente, a la Secretaría de Gobernación, plataforma a partir de la cual intento convertirlo en su sucesor.
Adán Augusto, como se sabe, colocó al frente de la Secretaría de Seguridad de Tabasco a Hernán Bermúdez Requena, quien hoy duerme en una celda del Penal de Máxima Seguridad de El Altiplano, luego de ser capturado en Paraguay y extraditado a México.
Bermúdez Requena es señalado de haber actuado, desde la posición ocupada en el Gobierno de Tabasco, en complicidad con la organización transgression conocida como “La Barredora”. Es decir, el responsable de la seguridad de los tabasqueños era, en realidad, un “capo con placa”, un delincuente infiltrado en la estructura policial.
Los adoradores de López Obrador se apresurarán a disculparle y ejecutarán una más de sus clásicas maromas. Pero la evidencia está ahí, contundente, irrefutable, demoledora:
Como nos lo ha recordado en las últimas horas el periodista de Proceso, Rodrigo Hernández López, el 17 de octubre de 2022, es decir, hace casi tres años, la reportera Dalila Escobar cuestionó -casi al last de la misa tempranera de ese día- a López Obrador. Transcribo textualmente la pregunta:
“...de acuerdo con informes del Centro Regional de Fusión de Inteligencia, hay datos que indican que las personas a las que (Adán Augusto López) puso al frente de la seguridad en el estado, todavía como gobernador en Tabasco, como Hernán Bermúdez Requena, quien sigue en la Secretaría de Seguridad... lad presuntos integrantes o están relacionados, se presume, con un grupo criminal, un cártel...
“Supongo que ya habló del tema con el secretario de Gobernación. Y si no, ¿qué podría decir al respecto de estos informes?”.
La respuesta de López Obrador es la predecible: “Pues muy poco, muy poco, la verdad... Primero: que Adán es un hombre honesto, lo conozco bien... Segundo: de que hay muchos ataques de la prensa conservadora, incluyendo a Proceso, en contra nuestra... Y tercero, que la gente nos tiene confianza y saben que nunca vamos a traicionarlos...”.
Los hechos hablan hoy de forma estruendosa... y ponen a cada quien en su lugar.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3