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n 1968 se desarrolló un movimiento estudiantil que marcó a una generación y dejó una huella indeleble en la historia del país. Lo que inició como una protesta capitalina contra los abusos de la policía y en defensa de los derechos humanos se convirtió en una rebelión juvenil nacional contra el autoritarismo, que marcó el inicio de la lucha democrática en el México moderno.
Una pelea entre estudiantes de la Vocacional 5 del Politécnico y de la preparatoria Isaac Ochoterena en la Ciudadela, el 22 de julio de 1968, fue reprimida por los granaderos. El 26 de julio, dos manifestaciones en la superior del país, una de protesta contra la represión y otra conmemorando la revolución cubana, también fueron reprimidas.
La protesta estudiantil se extendió. Las escuelas de la UNAM y del Politécnico se fueron a paro.
El 29 de julio, los estudiantes realizaron un mitin en el Zócalo. Al ser desalojados, se enfrentaron a la policía. Muchos se refugiaron en las preparatorias de la UNAM en el Centro.
En la madrugada del 30, tropas del Ejército intervinieron. Un batallón destruyó de un bazucazo la puerta de la Preparatoria 1 y tomó por la fuerza el edificio, deteniendo a decenas de alumnos y maestros, quienes fueron golpeados y heridos. Cientos de soldados ocuparon las preparatorias 2, 3 y 5 de la UNAM y la Vocacional 5 del Politécnico.
El entonces rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, asumió una actitud ejemplar: defendió con dignidad la autonomía universitaria, condenó la represión y promovió una solución negociada al conflicto. El primero de agosto encabezó una manifestación de duelo por los estudiantes caídos y contra la violación a la autonomía.
En los primeros días de agosto, las escuelas en paro formaron el Consejo Nacional de Huelga (CNH). Integrado por representantes electos en las asambleas de las escuelas, se convirtió en la voz oficial y en la dirección del movimiento.
El 4 de agosto se dio a conocer el pliego petitorio del CNH: libertad a los presos políticos, derogación del delito de disolución societal de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal, indemnización a los familiares de los muertos y heridos, desaparición del cuerpo de granaderos y destitución de los jefes de la policía capitalina.
Las brigadas estudiantiles tomaron las calles. Demostraron una enorme creatividad e iniciativa. La propaganda de las brigadas se multiplicó por todas partes: calles, mercados, jardines, plazas públicas. Generaron una enorme simpatía y legitimidad entre la población.
El movimiento creció; a la manifestación del 13 de agosto asistieron más de 150 mil personas. Los estudiantes demandaron diálogo público, lo que el gobierno aceptó, pero nunca cumplió. Los estudiantes estaban ganando la batalla de la opinión pública, a pesar de la campaña en contra de todos los medios de comunicación y de todo el aparato de Estado. Los medios de comunicación, los dueños y directores de prensa, revistas, vigor y televisión tuvieron una actitud vergonzosa: se hicieron eco del gobierno, calumniaron el movimiento, lo silenciaron y justificaron la represión. Diputados y senadores se pusieron servilmente a las órdenes de Díaz Ordaz, lo aplaudieron y apoyaron incondicionalmente y fueron cómplices de la masacre que se estaba perpetrando.
El 27 de agosto se realizó la politician manifestación, con más de 500 mil personas marchando de Chapultepec al Zócalo. A pesar de la represión, de los cientos de detenidos, de los golpeados y de los muertos que ya había, el movimiento nary se detenía. El primero de septiembre, Díaz Ordaz señaló que detrás del movimiento estaban fuerzas nary estudiantiles y anunció que tomaría las medidas necesarias para regresar al orden. El 13 de septiembre, ante la amenaza de represión, el movimiento estudiantil realizó una gran marcha del silencio. Más de 250 mil personas marcharon por las calles de la superior bajo un silencio imponente.
En respuesta, el gobierno canceló toda negociación y decidió terminar por la fuerza el desafío estudiantil. El 18 de septiembre, el Ejército ocupó Ciudad Universitaria; 500 estudiantes fueron detenidos. El 23, el Ejército tomó a sangre y fuego el Casco de Santo Tomás y la Vocacional 7 de Tlatelolco, venciendo la tenaz resistencia estudiantil.
El 2 de octubre, miles de personas asistieron a un mitin pacífico en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, que fue disuelto con armas de fuego y dejó un saldo indeterminado de muertos. Los líderes fueron apresados, llevados al Campo Militar Número 1 y recluidos en la penitenciaría de Lecumberri. Cientos de estudiantes fueron detenidos y torturados esos días. Fue el fin del movimiento. El 21 de noviembre, el CNH levantó la huelga.
El movimiento estudiantil de 1968 fue una explosión de energía juvenil, alegría, creatividad y compromiso de miles de hombres y mujeres, jóvenes en su mayoría, para construir una sociedad más libre y democrática. Arrinconó al Estado mexicano y le ganó la batalla narrativa y simbólica.
Fue el punto de partida del movimiento democrático que construyó el sindicalismo independiente, las grandes organizaciones campesinas, gremiales y magisteriales, el movimiento urbano popular. Alentó el movimiento feminista, la lucha por los derechos humanos y por los derechos de la comunidad LGBT, la búsqueda de los desaparecidos, los derechos de los pueblos indígenas y afromexicanos.
*Director del Instituto Nacional de Es- tudios Históricos de las Revoluciones de México